Por Claudia Ortiz
No cabe duda que nuestra Iglesia Católica es
Santa y que es guiada por la luz del Espíritu Santo, así lo demuestra el oportuno
y reciente documento de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), que
nombró al Beato Anacleto González Flores como “Patrono de los Laicos mexicanos”.
Los tiempos que se viven en nuestro país
necesitan con urgencia de un ejemplo a seguir, y del impulso de un espíritu
como el del hombre que inspiró a tantos y con sus letras despertó del letargo a
una comunidad para que defendiera su fe.
En su comunicado del 11 de julio de 2019, la
CEM pidió que el ejemplo del Beato Anacleto, “de su entregado amor a Dios, nos
recuerde que el camino de la santidad es un martirio vivificante que sólo es
posible gracias a la fuerza de Dios”.
Tepatitlán fue la ciudad jalisciense que vio
nacer a Anacleto, quien contaba con 29 años, una fe fuerte y estudios en leyes cuando
el presidente Venustiano Carranza promulgó la nueva Constitución de 1917 que
impulsaba posturas radicales contra la Iglesia Católica, tales como la
enseñanza laica no sólo en la escuela pública sino también en la privada; tomar
propiedad de los templos y declarar a la Iglesia como incapaz de adquirir
bienes, entre otros temas que hacían del catolicismo un delito en México. Ante
esta amenaza Anacleto le propuso a su Arzobispo, el Siervo de Dios Francisco
Orozco y Jiménez, la resistencia pacífica y civilizada a los ataques del Estado
contra la Iglesia.
Formó la Liga Nacional Defensora de la
Libertad Religiosa dirigida por jóvenes de la Asociación Católica de la
Juventud Mexicana, recién fundada en orden a la restauración del orden social
en México “Por Dios y por la Patria”.
Cuando el Presidente Plutarco Elías Calles
tomó el poder en 1924 y declaró la guerra al catolicismo, Anacleto denunció
la anemia espiritual de los católicos y aprovechó la recién establecida
fiesta de Cristo Rey, por el Papa Pío XI en 1925, para afirmar que además de
proclamarlo como Rey de la vida pública y social, los católicos debían de
entender su responsabilidad como católicos y ayudar a Cristo con sus propios
esfuerzos.
“En esta obra de propagación de la verdad
todos pueden hacer algo: los más rudos e ignorantes, dedicarse a estudiar; los
más cultos, enseñar a los demás; los que no son capaces de escribir ni hablar,
al menos pueden difundir un buen periódico; los que tienen destreza en hablar y
escribir, podrán adoctrinar a los demás… A unos habrá que pedirles solamente
ayuda económica; a otros su pluma y su palabra; a otros que no compren más los
periódicos laicistas; a otros que vendan los periódicos católicos”.
Promovió la defensa de la fe a través de tres
cruzadas: 1. La propagación de los buenos periódicos y la guerra a los diarios
impíos. 2. La catequesis para niños y adultos en el mayor número de lugares
posibles. 3. Limpiar de los malos libros los hogares y colocar en su lugar al
menos un libro de formación religiosa.
El 2 de julio de 1926 se hizo pública la
llamada Ley Calles, que atentaba contra todas las libertades de la Iglesia y
que entraría en vigor el día 31 del mismo mes.
Tres días después de la publicación, el
Episcopado Mexicano emitió una carta declarando imposible sujetarse a dicha
ley, por lo que el culto se suspendería a partir de las 12 de la noche del 31
de julio. Por esta decisión el mandatario declaró rebeldes a obispos y
sacerdotes y ordenó su aprehensión o muerte.
Ante estos hechos, Anacleto convocó a un
boicot en México:
«No compre usted absolutamente nada
superfluo. Lo necesario, cómprelo a un comerciante reconocidamente católico y
que la mercancía sea producto de una fábrica cuyos propietarios y empleados
sean católicos. No compre nada a los enemigos».
La noche del 31 de julio de 1926 los
sacerdotes abandonaron las Iglesias y el pueblo pensaba en tomar las armas,
algo con lo que Anacleto no estaba de acuerdo, pero que al agotar los recursos
legales y cívicos posibles, apoyó con “su prestigio, su verbo y su vida”,
describen sus biógrafos.
Un día antes de su muerte, Anacleto dejó su
último legado espiritual dirigido a los laicos de todos los tiempos:
«Todavía es tiempo de que todos los
católicos cumplan su deber; los ricos que den, los críticos que se corten la
lengua, los díscolos que se sacrifiquen, los cobardes que se despojen de su
miedo y todos que se pongan en pie, porque estamos frente al enemigo y debemos
cooperar con todas nuestras fuerzas para alcanzar la victoria de Dios y de su
Iglesia».
Fue aprehendido el 1 de abril de 1927 y de
inmediato cruelmente martirizado, descoyuntaron sus extremidades, le levantaron
las plantas de los pies y, a golpes, le desencajaron un brazo. A pesar de su
dolor y sufrimiento perdonó al general Jesús María Ferreira y le ofreció
interceder por él ante Dios al momento de su juicio divino. El militar ordenó
que lo traspasaran en el lado izquierdo del torso.
Junto con ocho compañeros mártires de la
persecución religiosa, fue beatificado el 20 de noviembre de 2005, por el Papa
Benedicto XVI.
El tercer fin de semana de noviembre, la
Iglesia Católica celebrará el Día del Laico. En una próxima entrega abundaremos
sobre la labor del laico, por lo pronto conviene meditar los actos y escritos
de nuestro patrono, así como sobre su espíritu y grande fe, para que él guíe
nuestras acciones.
Datos de la autora:
Claudia Ortiz
@claudiaortizdev
devazquez21@gmail.com
devazquez21@gmail.com
Ayuda a que este mensaje llegue al alma que lo necesita, compártelo a través de Facebook a través del sitio:
No hay comentarios.:
Publicar un comentario