“Siento que la Virgen
me restituyó lo perdido, soy una vocación fustrada, pero tengo una misión
realizada y eso me hace feliz, yo ahora me siento feliz”.
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Por Claudia Ortiz
Desde pequeño, Salvador Íñiguez, conoció el mensaje de la
Santísima Virgen María, en su advocación de la Reina de la paz, y a lo largo de
su vida trató de ignorarlo en dos ocasiones, pero la Virgen le tenía una misión
muy especial, llegar a los pobres, a los olvidados, a los pecadores, a los más
necesitados, así que la Virgen le hizo un nuevo llamado y después de
despotricar contra la Iglesia y de sentir un fuerte odio hacia ella y los
sacerdotes, Salvador volvió no sólo sus ojos y su corazón, sino sus manos, sus
pies y todo su ser y ahora están consagrados a Dios y a su Madre.
Y su Misión es llevar este amor, este mensaje de esperanza y
consuelo a los que creen que no valen nada, que se venden por unos pesos, por
eso por las noches visita los prostíbulos y va hablando del Dios y una Madre
que los ama a todos, a pesar de su condición, a pesar de su pecado.