Por Claudia Ortiz
Arlina llevaba una
vida sin Dios, no sólo porque no tenía fe ni una relación con Dios sino porque
a través de otros -a través de libros y otras referencias- supo de Él y
determinó que no quería nada con ese Dios. Pero sumergida en el odio y en los
problemas estuvo dispuesta a conocerlo y la suya se ha transformado en una vida de
y para
Dios; dedica largas horas de su día no sólo a alabarlo, sino también a
promoverlo y enseñarlo a los demás.
Su vida ha
sufrido un cambio radical, primero que nada porque ya no se trata de dólares,
inversiones, compra de fincas y ganancias millonarias, además por obediencia
cambió de residencia, de Estados Unidos ahora vive en México y ahí inició su
labor promoviendo sobre todo la enseñanza católica y la sanación.