lunes, 28 de marzo de 2016

El éxito, tenerlo todo y los placeres lo llevaron a un paso del suicidio


"Mi futuro le pertenece al Señor"

Por Claudia Ortiz

 “En la soledad, depresión y vacío, se desviaron mis pasos y perdí mi camino, entre fiestas, la noche y vicios sentí que no podía haber nada mejor para mí; usaba mi cuerpo de mala manera, entre placer y pasiones yo crucé la frontera, dentro de mi egoísmo ya nada me importaba, mucho menos lastimar a todos esos que me amaban”.
La anterior estrofa no sólo es la letra de la canción “Redimido soy” de Mini-Stereo, sino que también es la autobiografía de Héctor, miembro de este grupo musical católico que al inicio de su juventud se entregó a los vicios y placeres, pero que envuelto en ellos, estuvo a un paso del suicidio.



Su hogar se vio afectado por el divorcio

Con su abuela, que en paz descanse.
Héctor nació en Guadalajara en el año de 1982, es hijo único y desde muy pequeño enfrentó el divorcio de sus padres, tenía quizás dos años de edad cuando fue dejado al cuidado de su abuela materna, para que sus papás, cada uno por su lado, rehicieran su vida.
“Hubo muchos intentos de que mi mamá me llevara, pero nunca funcionó, teníamos heridas y una carga emocional muy fuerte –cuenta Héctor– además había un ambiente de violencia muy fuerte en su casa, nos golpeaba su pareja”.
Por eso creció en casa de su abuela, un hogar católico en el que, sin embargo, se le enseñó a un Dios como un temible juez al que le tenía miedo.

Conoce de todo… Y le gusta

En la borrachera.


Cuando tenía 18 años, Héctor tuvo oportunidad de realizar un viaje a Europa por dos meses, “de mochilazo”, en ese viaje probó por primer vez de todo, las drogas, el alcohol, etc.… esta vivencia le  hizo sentir que no eran cosas malas, se desprendió del miedo al Dios castigador y despertó su interés por experimentar más de todo aquello que empezaba a conocer; por eso, cuando durante dos periodos aplicó el examen para ingresar a la Universidad de Guadalajara y no salió en listas, comenzó a investigar otras Universidades fuera del país, específicamente quería regresar a Europa, en donde esa vida relajada le había resultado tan atractiva.
Pero su papá no podía apoyarlo económicamente para ese destino, entonces Héctor realizó exámenes en línea para estudiar en la Universidad de Panamá, en donde fue aprobado y becado al cien por ciento, su papá ya sólo debía apoyarlo con el hospedaje y los alimentos y así se fue a ese país centroamericano a estudiar Negocios.
Allá vivió cinco años muy intensos, pues mientras estudiaba, trabajó en la Embajada de México en Panamá, “estudiaba, trabajaba y salía con mis amigos a reventarme, casi no dormía; fui responsable con mis estudios y en mi trabajo, pero vivía mucha fiesta”.


“Exitoso” se acostumbra al dinero y a la droga… pero se siente solo y vacío

Durante un viaje de trabajo en Alemania.


Tras egresar de la carrera de Negocios en Panamá, regresó a México y se empleó en León, Guanajuato, y después de dos años tuvo contacto con otra empresa de interesante potencial económico que le ofreció trabajo en el Distrito Federal con constantes viajes a Alemania; entonces su vida era económicamente estable, por lo que derrochaba dinero en fiestas y drogas y sin darse cuenta se volvió un adicto.
A sus 24 años de edad –reconoce Héctor– hacía “todo lo que te dice una mamá que no hagas, alcohol, drogas, tabaco, me fumaba 30 cigarros al día, mi vida era un desastre… No tenía control en mis impulsos sexuales, no tenía límites”.
Reflexionando sobre lo pasado, Héctor confirma que el mundo enseña que todo este tipo de cosas puede llenar a una persona, sin embargo ocurre exactamente lo contrario, él se sentía sólo, vacío, pero entonces no sabía por qué se sentía así.
Por esa misma depresión y distintos factores laborales, decidió renunciar y regresar a trabajar a León, pero su estado anímico se mantuvo igual, se encontraba cansado, triste, deprimido y no veía ningún futuro.

Elige el suicidio
“… herido y sin pensar tomé una mala decisión, pero ese no era el plan que para mí tenía el Señor, ya listo y justo al borde de acabar con mi existencia, llegaron sus palabras que me dieron la respuesta. Ven a mí que estás fatigado, suave y ligera es mi carga, mi corazón humilde y manso, tu  agobio en mi descansa…” así continúa la canción y su autobiografía que aparece en el CD “Jardín Celestial”.
Héctor ya se había suicidado con el pensamiento… decidió hacerlo real… lo tenía todo planeado… sólo era cuestión de un par de días más.
Sin embargo ese mismo día caminaba por la calle cuando se le acercó una persona que traía una Biblia en la mano y le dijo:
--“Joven, ¿le puedo hablar del Señor?, es que tiene cara de acongojado y le quiero leer esta Palabra que el Señor me ha inspirado”.
No tenía nada que perder, así que le contesté que sí. Abrió su Biblia y me leyó:
--“Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os proporcionaré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Mt 11, 28-30
Fueron las palabras de Jesús las que tocaron el corazón de Héctor, en ese momento se quebró en llanto y abrazó al desconocido que le aseguró --“Es que Dios no te va a abandonar”.
“Esa cita bíblica fue la que me salvó la vida, fue el bálsamo… sí creía en una deidad, pero nunca había experimentado su presencia, cuando me leyeron esa Palabra, sentí que Él mismo me lo había dicho”.
Héctor expulsó todo el dolor que tenía en su corazón llorando por dos días.

La oveja estaba herida
Después de esa experiencia, Héctor fue a un templo y tuvo una charla con Jesús, en la que sobre todo le reclamó por qué lo había dejado sólo desde niño.
“Si mi padre y mi madre me abandonan, Yahvé me acogerá”. Salmo 27, 10. Ésta es la Palabra que más le ha confortado, porque estaba sentido con sus papás, por eso en esa conversación le pidió: “Ya me tocaste el corazón, ahora demuéstrame que de verdad vas a estar conmigo…. Y mi vida cambió en muchos sentidos”.
En su adolescencia, Héctor había conocido el grupo Alfa y Omega en la parroquia de Santa María Goretti, así que después de esta experiencia en el Señor, se acercó al templo, expuso su problema y pidió ayuda. Lo acogieron con los brazos abiertos y estando ahí se dedicó a dar pasos ascendentes hacia una vida con el Señor.
Pero, revela Héctor, “fue un proceso bien doloroso”. Imagina la parábola de la oveja perdida, cuando el Señor la encuentra, la oveja está herida, lastimada, y Él se dedica a curarla, no la lleva directo al redil, le pone vino en las heridas para curarla y eso es doloroso.
Su abuela murió mientras él se encontraba en la ciudad de México y no pudo despedirse de ella. Para él fue también doloroso darse cuenta de los años que había perdido en su vida, así como fue doloroso reencontrarse con sus papás, pedirles perdón y perdonarlos, “fue doloroso, pero como ya sentía al Señor de mi lado, fue un proceso de sanación y las heridas fueron sanadas, a partir de ese momento tenemos una buena relación”.

“Cristo fue mi salvavidas”

De la mano de Dios ha formado su familia.


“Cristo me llegó y me rescató por completo”, afirma Héctor, quien después de su encuentro con Jesús dejó todo tipo de adicciones –excepto el cigarro- de un día para otro sin que le costara ningún trabajo. Y es que hizo un trato con Él, en esa charla le dijo “si me quieres como dices, libérame de todo”.
La parte que le tocó realizar para que Jesucristo hiciera su obra fue evitar a sus amigos, a todos aquellos que sabía que lo invitarían a regresar a las adicciones. Esos “amigos” lo tacharon de fanático, de gente “fácilmente manipulable” y le dejaron de hablar.
Pero Héctor se mantuvo firme porque no puede ser malagradecido con quien le salvó la vida, aunque a la fecha le cuesta trabajo por el placer que representa, pero la Gracia te ayuda, afirma, “ya no estoy luchando solo”.
En el año 2010 conoció a su ahora esposa y nuevamente hizo un trato con Jesús. “Si me ayudas a que me haga caso, dejo de fumar”. Héctor dejó de fumar al día siguiente de que se hizo novio de Sandra, con quien se casó y juntos han formado una hermosa familia compuesta por ellos y por Thiago de 3 años y Luciana de 1 año.

Llevar a Dios a los jóvenes

El objetivo: Evangelizar a través de la música.
Con sus hermanos de comunidad.

Cuando Héctor ingresó a Alfa y Omega, al poco tiempo, el encargado del Ministerio de Música tuvo alguna dificultad que le impidió seguir asistiendo al grupo y su amigo Ramiro, que lo recibió con los brazos abiertos, recordó que Héctor tocaba guitarra, así que le pidió que se encargara.
Tuvo que volver a recordar cómo tocar guitarra y estudiar canciones católicas y al paso del tiempo armaron el grupo Mini-Stereo, con el objetivo principal de evangelizar a través de la música, como otras religiones han atraído a los jóvenes, entre los cuales “existe un gran déficit de Dios bien grande”, afirma Héctor.
Los miembros del grupo fueron predicadores antes de grabar su primer disco, “somos católicos que hacemos música para Jesús”, afirma Héctor y comenta que les ha tocado cantar hasta en la calle y en distintos escenarios y han visto a la gente conmovida, los han visto sentir la presencia de Dios a través de esa música. “Mi sueño es poder vivir de la evangelización, de la música, es maravilloso estar tocando para Él…  mi futuro le pertenece al Señor”, señaló.
Héctor tiene 33 años de edad y actualmente, junto con el resto de sus compañeros, se está preparando tanto en el área de la Evangelización, estudiando en la Sección Diocesana de Evangelización y Catequesis (SEDEC), como música contemporánea, para servir mejor al Señor.

Claudia Ortiz

@claudiaortizdev

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