lunes, 11 de abril de 2016

Una vida confiada en el Señor





Carito y Carlos un matrimonio que testimonia su confianza en un Dios Vivo.

Por Claudia Ortiz

Carito conoció las fiestas y los vicios en su juventud y se descubrió en un mundo muy distinto al que le enseñaron en su hogar, pero el Señor la llamó, le dio otra oportunidad y ella estuvo dispuesta a escucharlo y a aceptar su voluntad, se reincorporó a su familia y rectificó el camino.
La prueba no concluyó ahí, junto con su esposo Carlos, ha comprobado una y otra vez, la bendición y la Providencia del Señor, y aunque han pasado por momentos duros, se han mantenido juntos fieles en oración y adoración aún después de quedarse sin casa, sin nación y sin familia.


Una hija muy cuidada
Carito nació en Venezuela en el año de 1979, es la hija de Aurora y Armando, y hermana mayor de Armando y Alejandra. Juntos formaron una hermosa familia, muy cuidada, su mamá les enseñaba lo que era correcto, y en especial le preocupaba que sus hijas fueran a dar de qué hablar, así que las guiaba en ese sentido checando qué amigos trataban, y su forma de hablar, entre otros detalles.
En su adolescencia se integró al grupo de canto de su parroquia y permaneció durante tres años, aunque confiesa que sólo lo hacía por la convivencia con los chavos, más que por sentir la presencia del Señor.

Se aleja de su familia y se acerca a lo prohibido
Cuando ingresó a la Universidad, dejó su hogar en Maracay para vivir en Valencia, a dos horas de distancia, en donde vivió con unas primas, ahí atravesó por la rebeldía e hizo todo aquello que su mamá esperaba que nunca hiciera y le prohibía.
Se enroló en una vida mundana y llena de vicios, la pasaba en discotecas, se embriagaba y probó la droga, salía con sus amigos y de cuando en cuando no regresaba sino hasta las 6 de la mañana.
Pero su corazón no estaba tranquilo con lo que estaba haciendo, “en las noches me acostaba, cuando llegaba de mis fiestas y mis pachangas, así toda loca, así medio ebria, y yo me acostaba y yo no sé por qué me sentía tan vacía, sentía tristeza en mi corazón y ganas de llorar, y yo no sabía por qué”, en una ocasión en particular, sintió la necesidad de asistir a un templo, así que al día siguiente se levantó muy temprano y pasó por una Iglesia en donde se encontraba el Santísimo expuesto, “entonces me arrodillo frente al Santísimo y como que tengo una pelea con el Señor y le digo: -¿Qué quieres tu de mi?, yo siento que eres tú porque siento esta intranquilidad en mi corazón pero yo quiero seguir tranquila mi vida, quiero ser como otros jóvenes que andan de fiesta y están en la discoteca y ya son felices, yo quiero ser como ellos”. En esa conversación Carito confrontó al Señor “yo no quiero servirte, no quiero compromisos, quiero dejar de sentir como que te debo algo, pero si me quieres en la Iglesia –agregó- házmelo saber, dame una señal”; en ese momento salió un sacerdote y elevó el Santísimo para su adoración, Carito no pudo dejar de llorar, lo asumió como la confirmación de lo que el Señor quería de ella y tomó una decisión para realizar un cambio drástico en su vida.
A los dos días volvió a su casa, en Maracay, con sus papás, determinada a continuar sus estudios en Valencia y viajando cada día de ida y vuelta para lograrlo durante tres años más que le faltaban de su carrera. Sus papás no sabían lo que había sucedido, pero la apoyaron en su decisión porque ella les aseguró que podía hacerlo y que de esa forma, estaría más tranquila.
En Valencia, su círculo de “amistades” la empezó a “ver raro”, la invitaban a la fiesta y ella se negaba porque sentía que no pertenecía al mundo de la carne, sus amigos la juzgaron de loca, de que le habían lavado el cerebro, sobre todo porque ella comenzó a hablarles de Dios, y optaron por alejarse de ella.

Deja su patria y a su familia
Cuando regresó a casa, Carito se integró a un nuevo grupo en la parroquia, Carlos, su ahora esposo, a quien había conocido tiempo atrás, contribuyó a que dejara ese vida de vicios que llevaba atrayéndola a las actividades religiosas. Juntos participaron activamente en un grupo yendo de misiones, visitando comunidades muy pobres, enfermos y cárceles; una vez que se casaron, hace once años, decidieron seguir juntos como ministerio familiar para alabar a Dios con su canto.
Estuvieron ahorrando durante tres años para comprar una casa, sin embargo fueron engañados. La casa les era mostrada en maqueta y fueron realizando abonos mensuales hasta que un día, el promotor de la vivienda desapareció con sus recursos.
Por lo anterior y diversas circunstancias que atravesaron, Carlos y Carito se pusieron en oración y decidieron dejar Venezuela con sus pequeños Carlos Daniel y Gian Carlo, ahora de 10 y 4 años respectivamente, e irse a vivir a Panamá en donde no tenían ningún familiar.
Carito explica que con la situación económica que ya comenzaba a vivirse en Venezuela, iba a ser imposible que algún día pudieran hacerse de una casa, así que decidieron salir de ahí, vender lo poco que aún tenían y sólo con esos recursos, llegar a un país desconocido con los dos pequeños y sin nadie en quién apoyarse.
La familia por lo pronto, uno más viene en camino.
Soportaron en fe los tiempos difíciles
Durante cuatro meses Carlos estuvo buscando empleo, fueron tiempos muy difíciles, lloraban juntos por las noches porque el dinero se estaba acabando, pero siguieron orando, hasta que un día Carlos recibió respuesta de uno de los tantos currículos que había ingresado a diferentes compañías y consiguió trabajo.
Carito asegura que el Señor no pudo obsequiarle una mejor jefa, ya que lo ha tratado muy bien, al grado de autorizar los permisos para que Carlos se ausente y participe en los conciertos de Cielo Abierto. Y es que ya estando en Panamá fueron contactados por los organizadores de este evento, quienes conocieron de su testimonio en las redes, y los invitaron a participar en el concierto que se llevaría a cabo en Panamá.

Con los participantes del Cielo Abierto en Guadalajara, durante los ensayos.
La prueba y la Providencia
Carito considera que la situación más difícil de su historia matrimonial, cuando se quedan sin casa, sin sus ahorros y posteriormente cuando dejan Venezuela, es como la prueba del Señor para comprobar si de verdad lo quieres seguir, si es cierto que estás ahí por fe.
Una vez en Panamá, soportaron con fe y perseverando en la oración los primeros meses difíciles en los que el dinero se terminaba y Carlos aún no encontraba trabajo. Actualmente salen adelante gracias a la Providencia Divina ya que sus gastos ascienden al doble de lo que Carlos percibe en su empleo, y es gracias a trabajos extras que ambos realizan como pueden solventar todos los gastos de la familia.
Y la mejor prueba de que aceptan la voluntad de Dios es que bajo estas circunstancias, Carlos y Carito esperan la llegada de su tercer hijo.

En el reciente concierto en Guadalajara, se oró por Carito, que está embarazada y que junto con Carlos le han dicho sí a la vida.
Cielo Abierto
Hace un año que participaron en su primer Cielo Abierto, un concierto católico de evangelización para llevar a las personas ante la presencia del Santísimo Sacramento del altar. Recientemente, previo a Semana Santa, estuvieron en Guadalajara y posteriormente participarían en dos o tres eventos más, antes de que Carito deba guardar reposo por la proximidad del parto.
Carito asegura que este concierto ha sido de gran bendición por muchas razones, como el haber podido participar por primera vez en Panamá en un evento de adoración al Señor, además reciben alguna compensación económica que les es de gran apoyo; pero lo más importante es que les permite tocar corazones, y si pueden llegar al menos a uno, habrán cumplido la misión.
“Para nosotros ha sido la confirmación del Señor de que quiere que a través de nuestro ministerio, nuestro matrimonio, nuestro testimonio, muchas familias escuchen y puedan sentir la presencia de Él en sus vidas. Me han contactado personas que me han dicho me iba a suicidar y escuché tu testimonio y el Señor me dio fuerzas, y si ustedes pudieron salir de sus problemas, yo siento que yo puedo también”.
Reconoce que este es un gran compromiso porque saben que deben mantenerse en fe, llevar una vida justa, un matrimonio como el Señor lo quiere, un matrimonio santo, para que a través de ellos, muchas personas puedan convertirse, y están dispuestos a hacerlo porque actualmente la familia está siendo muy golpeada.
Los problemas no han terminado y el camino no es fácil, afirma Carito, pero tomados de la mano del Señor se mantienen con fe y esperanza.
Claudia Ortiz
@claudiaortizdev
devazquez21@gmail.com

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