La gran bendición: Abrazar a bebés que se han salvado del aborto. |
Por Claudia Ortiz
Después de haber vivido tres abortos, haber trabajado en
Planned Parenthood y haber asistido a otras mujeres para que abortaran, ahora
Patricia Sandoval es una conferencista Provida
y promotora también de la castidad
que ha tocado muchos corazones al compartir su testimonio -del
que estaba totalmente avergonzada y se había prometido no revelar a nadie
nunca- ha sido instrumento para que muchos bebés tengan la oportunidad de vivir.
Ella conserva con mucho cariño varias fotografías cargando a
esos bebés que lograron vivir, después de que sus mamás estaban decididas a abortarlos,
pero que escucharon a tiempo el mensaje de Patricia y cambiaron de opinión, y
han vuelto a buscarla con sus hijos en brazos. Estos son los momentos más
hermosos que a manera de recompensa vive Patricia después de las experiencias
dolorosas que todavía le avergüenza compartir pero que sabe que es necesario
hacerlo “para que otras personas no caigan en este engaño”.
Patricia recorre el mundo impartiendo conferencias para evitar que otras mujeres caigan en el engaño: lo que se aborta sí es un bebé, no un saco de células. |
Una vida feliz en
torno a lo material y la Nueva Era
Hija de José y Bertha Alicia, Patricia nació en Los Ángeles, California el 17 de
septiembre de 1980 y es la segunda de tres hijos. Sus recuerdos son de una vida
feliz, de los mejores papás, una madre cariñosa y un papá trabajador.
Pero ahora está consciente de que vivían una felicidad
basada en lo material, todo el tiempo buscaban tener los mejores carros, la
mejor casa de la manzana y la mejor ropa. Y su formación se basó en lo que sus
papás le enseñaron:
“Mi papá me decía búscate un hombre con buena carrera,
búscate un hombre que gane dinero, y enfócate tú en tu carrera, enfócate en
ganar dinero… Y ése es el valor que yo tenía en mi corazón”; mientras que el
defecto que tenía su mamá era la vanidad “y de niña mi mamá siempre me decía:
Hija, yo me voy a suicidar a los 40 años, yo me voy a cortar las venas porque
yo prefiero mil veces morir que tener arrugas en la cara.
“Esos eran los valores de la vida que yo tenía en mi hogar para ser
alguien importante, para tener identidad: yo tenía qué tener belleza, juventud,
éxito y buena carrera”.
Y así fue como Patricia creció con esa fijación, debía
alcanzar el éxito, estudiar su carrera y ser la más hermosa.
En su casa, aunque se decían católicos, convivían con la
Nueva Era, la brujería, la lectura del tarot y de la palma, la santería. “Yo creo
firmemente que eso causó maldad en mi familia.”
P. ¿Tú estabas también acostumbrada a utilizar el esoterismo
en tu vida? En su caso, ¿Qué prácticas acostumbrabas?
R. Yo era muy niña pero entendía mucho y me gustaba aprender
sobre la Nueva Era. Tenía mi fe en mi horóscopo, creía en la reencarnación. Una
vez practicamos hipnosis con un especialista supuestamente para regresarnos a
nuestra vida pasada. Íbamos a conferencias que hablaban sobre las chakras,
auras y esas cosas. Y yo creía mucho en todo esto.
Llegan las noticias
sobre el “sexo seguro”
Cuando tenía 12 años de edad, Patricia recibió un curso
sobre el “sexo seguro” en su escuela, para su mamá resultó ideal que gente
preparada fuera a instruir a los adolescentes en el tema, pero la realidad es
que ella misma sentía vergüenza de enseñarle y Patricia tampoco quería hablar
del tema con sus papás, así que en su momento pareció muy conveniente.
La clase fue muy explícita, llevaron plátanos y condones
para que cada alumno se enseñara a colocarlos, les repartieron pastillas
anticonceptivas para que pudieran prevenir embarazos, les dijeron que podrían
gustarles las mujeres o los hombres, sin importar que fueran de su mismo sexo,
y que eso era normal. Les hablaron también de la pornografía y la masturbación
y les dijeron que era sano y preferible que la practicaran. El mensaje más
importante que conservó Patricia es que podía tener relaciones sexuales cuando
quisiera y lo único que tenía qué hacer era protegerse, “no pasa nada”, les
insistieron repetidamente en cada uno de los temas.
El resto de su
adolescencia sin mamá
Ese mismo año sus papás se divorciaron, su hermana mayor se
fue a vivir con su mamá a Guadalajara y Patricia y su hermano menor se quedaron
con su papá.
La decisión les tomó por sorpresa ya que sus papás nunca
pelearon frente a ellos, no tenían vicios, y al ver interrumpida la aparente
felicidad de su vida, Patricia resultó afectada en su estabilidad emocional, padeció
tricotilomanía, se arrancaba el cabello y sufrió en silencio no sólo el
divorcio de sus papás, sino que también en ese momento rompió relaciones con su
mamá.
Suplió a su mamá en lo que a las actividades de su casa se
refería, y al verla tan responsable, su papá confiaba mucho en ella y le dio
mucha libertad. Patricia no tenía disciplina, se iba de fiesta y siempre
regresaba tomada.
Sin embargo, en lo referente a la sexualidad, a pesar de la
plática que le dieron en su escuela, sí cuidó su virginidad, “algo muy dentro
de mi corazón sabía que la virginidad era algo especial”, pero no comprendía
entonces que estaba reservada al matrimonio.
El resultado positivo
era un negativo para mi
Cuando tenía 19 años tuvo su primer novio, “yo pensaba que
el amor verdadero es: es mi novio, nos queremos, nos amamos, cuando una persona
quiere tanto a alguien, se entrega totalmente, eso para mí era el amor”. Así
que tuvieron relaciones sexuales cuidándose y una mañana Patricia se sintió
mal, le habló a una prima y ella le llevó la prueba de embarazo.
“Cuando vi el examen de prueba positiva me mire como ´atrapada´
en casa, sin carrera, sin sueños logrados. Yo no estaba lista para ser ama de
casa. Yo quería lograr sueños, viajar por el mundo, seguir estudiando Enfermería
o Psicología. Sentía algo en mi corazón que quería conquistar el mundo y ´ser
alguien´ pero cuando vi ´positivo´ era un ´negativo´ para mi. Sentí que esos sueños y deseos fueron
arrancados de mi.”
Su prima, que la quería mucho y no quería nada malo para
ella, creyendo que le daba el mejor consejo, por el cariño que le tenía y para
que no viera interrumpidos sus planes, le aconsejó que abortara para que
pudiera nuevamente concentrarse en sus estudios. “Éramos una par de ignorantes”, dice Patricia al recordar que ambas estaban seguras de que eso era lo mejor.
Con ese plan en mente decidió platicarlo con su novio y al
darle la noticia de que estaba embarazada él se puso feliz. El sentirse apoyada
cambió de color las cosas, ahora la
noticia se pintaba de alegría, comenzó
a apreciar esa vida en su vientre, a hablarle al bebé y a estar feliz por eso.
Dos meses después, cuando ya tenía cuatro de embarazo, sus
amigas llegaron a casa y “preocupadas por ella” le hicieron ver que estaba
echando a perder su vida, que no lograría sus sueños, y la convencieron de que
debía abortar antes de que tuviera cinco meses “y fuera un bebé”, ya que
estaban seguras de que hasta el momento, no lo era.
Estos comentarios influyeron en Patricia, nuevamente sintió
miedo ante su futuro y el hecho de que un bebé interrumpiera sus planes de
éxito, y decidió abortar pero sin decírselo a su novio. “En el momento que decidí abortar decidí en
mi mente que era una bolsa de células porque lo que ganaba en mi corazón era el
egoísmo, mi papá, qué diría la gente y mis logros, eso es lo que reinaba en mi
corazón”.
Tenía arranques de ira
pero no lo relacionó con el aborto
Asistió a una clínica de abortos, estaba muy nerviosa y la
doctora, para calmarla, le dijo que ella misma se practicó un aborto y le
practicó dos a su hija, y que ambas estaban bien como Patricia también lo
estaría, que no estaba haciendo nada malo y que no tenía razón para estar
nerviosa.
Viendo que la doctora estaba muy bien y pensando que los
doctores quieren lo mejor para sus pacientes, Patricia se tranquilizó, pero
cuando vio entrar a una enfermera con el equipo para las ecografías, pensó que
si su bebé ya estaba desarrollado, no abortaría, y pidió ver la pantalla para
ver a su bebé, pero la enfermera le dijo: ¿cuál bebé? ¡Sólo es un saco de
células!, y el aborto siguió adelante mientras Patricia se prometió a si misma
que el aborto no le afectaría, que su vida seguiría adelante y que no le diría
nunca a nadie lo que había pasado.
Al salir, habló con su novio y le dijo que se había sentido
mal, que fue a la Ginecóloga y que perdió al bebé, inmediatamente escuchó al
otro lado de la bocina a su novio llorando. Ella no podía creerlo, a ella no le
afectaba y ¿su novio lloraba? Se propusieron olvidarlo y seguir adelante pero
“no podíamos olvidarlo, yo tenía ansiedad, tenía pesadillas, yo miraba niños y
como que me traumaba escuchar el llanto y el grito de los niños… mi novio me
daba asco, empecé a cambiar mis sentimientos hacia él y no entendía por qué me
pasaba”. Nunca relacionó estas nuevas sensaciones con el aborto porque en la
clínica no le hablaron del síndrome post aborto, sólo le dieron pastillas
anticonceptivas para que se cuidara y siguiera practicando el "sexo seguro", y así
lo hicieron, y a pesar de ello, seis meses después, salió nuevamente
embarazada.
“Veía en el espejo a
una persona tan asquerosa”
Esta vez no le dijo a su novio, con un mes de embarazo y
nuevamente esforzándose por dominarse para que no le afectara, se resolvió por
el aborto pero quiso cambiar de clínica porque sólo habían pasado seis meses
desde su último aborto y pensó que sería vergonzoso asistir al mismo lugar en
tan poco tiempo. Eligió una clínica de Planned Parenthood en donde la elogiaron
por ser valiente, por no llorar, y la atendieron de maravilla, como si
estuviera en un Spa, recuerda.
Patricia salió muy agradecida por el trato y le encantaron
sus consideraciones: “cuando hablaban a mi casa cambiaban su nombre para que mi
papá no se diera cuenta que tenía citas con ellos, cuando enviaban la
correspondencia a mi casa jamás ponían sellos en el sobre para que mi papá no
se diera cuenta, y nunca me cobraban los anticonceptivos; para mí Planned
Parenthood eran unos dioses, eran mi salvación”.
Y aunque nuevamente, además de darle las pastillas para que
siguiera teniendo “sexo seguro”, le aseguraron que sólo padecería cólicos, la
relación con su novio se ponía peor, así como su estado de ánimo. “Me quería
quitar la vida, me sentía angustiada, vacía, me arrancaba más el cabello, me
miraba en el espejo y veía una persona tan asquerosa, tenía desórdenes
mentales, no podía dormir y no entendía por qué me pasaban esas cosas, mi novio me daba aún más asco, me distanciaba
mucho de él”.
“Nunca había visto
una cara con tanto miedo y terror”
A pesar de todo, continuó la relación con su novio, y a
los seis meses salió embarazada por tercera ocasión. Patricia lo tomó
diferente, más que sentir miedo, ahora estaba enojada y no comprendía cómo
sucedía que aunque se estaba tomando sus pastillas anticonceptivas, seguía
saliendo embarazada; decidió que esta vez no lo haría sola, no sería la única
que se sentiría culpable, le diría a su novio y a sabiendas que él querría
tener al bebé, planeó manipularlo para que la acompañara a la clínica a
abortar.
Justo como lo pensó, cuando le dio la noticia, él se puso
feliz, pero ella lo paró en seco “no
te pongas feliz, este embarazo no se puede llevar a cabo, no podemos ser papás,
estamos muy jóvenes, no es el tiempo, vamos a casarnos primero y después
formamos una familia”. Ella no tenía verdaderos planes de casarse con él, sólo
lo decía para convencerlo, pero su novio insistió en que no quería abortar y
eso provocó una reacción de ira por parte de Patricia, quien le gritó: “Tú qué
derecho tienes sobre mi cuerpo, mi papá me va a dejar de hablar a mí, yo voy a
dejar mis estudios, mi trabajo, yo voy a tener que cargar esta miseria, mi vida
se va a terminar, no me importa lo que pase, yo voy a abortar, tú no tienes
voz”.
Fueron juntos a la clínica y cuando inició el ruido de la máquina
de succión que para Patricia era conocido, sintió las lágrimas de su novio,
“nunca en mi vida había visto una cara con tanto miedo y terror, su mano me
brincaba y me apretaba, durante el aborto yo sentía las lágrimas de él que lo bañaban y me sentía tan culpable”, estaba confundida porque podía sentirse
culpable, pero no triste como su novio, y se prometió; “nunca en la vida le voy
a contar a un alma de esos tres abortos” y avergonzada no quiso volver a verlo
jamás, decidió dejarlo, olvidarse de los tres abortos y cambiar de ambiente
porque quería matarse, “necesito una vida nueva”, dijo, y se mudó a Sacramento.
Encontró trabajo en
Planned Parenthood
Al independizarse de su papá necesitaba un trabajo para
mantenerse, y ya en Sacramento encontró un anuncio en el que Planned Parenthood
buscaba una enfermera con el requisito indispensable del idioma español. Ella
sintió que podía corresponder a lo que había recibido de esta clínica y se
presentó por el puesto, advirtiendo que no tenía conocimientos de enfermera,
pero esto no resultó ser un problema para la entrevistadora, como Patricia no se
incomodó con el tema del aborto, ni con ver sangre, y hablaba el español, el
puesto fue suyo.
Le explicaron que realizaban 25 abortos los miércoles y 25
los viernes y que de esos, aproximadamente 45 de las mujeres que se atendían
eran hispanas que no hablaban inglés. Y le dieron indicaciones generales: No
podía tener en su oficina fotos que hicieran alusión a la familia, porque estas
fotos podían hacer que una mujer se arrepintiera de abortar, y sería su responsabilidad. Le indicaron que estaba prohibido utilizar
las palabras bebé, él, ella, mamá o papá, y que debería referir siempre a la
“bolsa de células”. A ella le resultó extraño que le manejaran un vocabulario,
pero no dijo nada, porque se sentía feliz de trabajar en una empresa exitosa en
donde además recibiría un salario tres veces superior al que ganaba en su
trabajo anterior, y esto la conduciría al éxito que buscaba afanósamente.
Al presentarse a su nuevo trabajo el lunes, le explicaron
que debía entrevistar a las jóvenes que querían abortar y convencerlas de que
lo hicieran, le indicaron que estaba prohibido que las pacientes vieran la
pantalla para que ninguna se arrepintiera. Si alguna de las chicas tenía mucho
miedo, estaba en Patricia convencerlas para que no faltaran a su cita de
aborto. La pregunta de todas las jovencitas era la misma, recuerda, “¿mi bebé
lo va a sentir?” y ella, ya en su papel de Planned Parenthood, les respondía
con toda seguridad: “no es un bebé, es una bolsa de células, no siente nada, no
te preocupes. Lo que yo estaba haciendo era vendiendo asesinatos… yo creí que
estaba ayudando a estas mujeres”.
Día de abortos
Cuando llegó el miércoles, su primer día de abortos
trabajando en la clínica, le indicaron que era día en que se tenía qué poner las pilas y le dieron las últimas
indicaciones, no podía ver a los ojos a ninguna chica que fuera abortar para
que no encontraran en ella el consuelo o el apoyo para no abortar, y jamás
debía decirles “a una madre o al padre que está en la sala de espera, que
después del aborto tiramos a sus bebés a la basura”. Patricia recuerda que
quedó muy confundida porque ella creyó que ellos no serían ni madres ni padres,
pero se quedó callada, no preguntó nada ni siquiera al respecto de “tirar a sus
bebés a la basura”.
Y sin que la entrenaran debió asistir el primer aborto, en
el que vio cómo el doctor, después de inyectar siete veces a la mujer, le
ingresó la cáñula -un fierro delgado que en un extremo tiene lo que pudiera ser
la punta de una navaja- y comenzó a moverlo de un lado a otro mientras la
jovencita de 15 años gritaba “mi bebé, mi bebé”. “Cuando yo me paré detrás del
doctor dije esto no es normal, esto parece que la están violando”.
Cuando el doctor consideró que había terminado, sacaron lo
que se había extraído en una bolsa y junto con una enfermera se fue a un cuarto
detrás de la clínica, ahí vaciaron el contenido de la bolsa en una charola de
vidrio y con unas pinzas, la enfermera esculcó los restos y comenzó a sacar y
alzar a la luz, un brazo. “Es como si Dios paró los tiempos, yo podía
contemplar ese brazo y esa mano, yo recuerdo que yo miraba todos los detalles,
lo primero que veo son las huellas de los dedos, podía ver las líneas de la
palma y cuando gira la mano podía ver las uñas formadas, y lo tira a la basura…
Lo que me dolió mucho es que este bebé tenía la boca abierta como si hubiera
gritado mucho y nadie lo pudo escuchar porque no tenía voz”.
Debían identificar cinco partes para poder avisarle al
doctor que “el aborto había sido exitoso”, y una vez localizadas estas partes y
fueron colocadas en una bolsa, Patricia se dio cuenta que si esos eran los
restos de un bebé de 3 meses, lo que ella había abortado con cuatro meses, era
un bebé y no un saco de células, sintió que había sido engañada, pero se quedó
callada, no dijo nada y se quiso hacer la fuerte para sobrevivir esa situación.
Al final del día, la bolsa de la basura en donde estaban acumuladas
las partes de los 25 bebés abortados, debía ser colocada en un congelador para
que las mujeres no fueran a ver esas partes en la basura, sino que se esperaba cada
mes que pasara un recolector y se las llevara. “Me recuerdo que voy y abro este
congelador grande y para mi sorpresa me encuentro con bloques de hielo con
puros bebés despedazados congelados de todos los abortos que había en Planned
Parenthood.
“Todos los días lloraba en mi carro, todos los días me
sentía culpable porque asesiné a mis tres hijos, pero qué hago si me salgo de
aquí, cómo pago mis cosas, necesito mi trabajo”, se justificaba.
Huye de los abortos y
se ahoga en las drogas
Patricia llevaba un mes trabajando en Planned Parenthood cuando
un día llegó una joven de 16 años, con seis meses de embarazo de gemelos, la
encargada estaba feliz porque ese aborto iba a ingresar tres mil dólares a la
clínica. “Pero yo ya no tenía el corazón de ver a dos hermanitos despedazados
en una charola de vidrio, me salí corriendo de ahí y quedé tan traumada porque
me sentí como una asesina, una cómplice ayudando a mamás matando a sus hijos,
engañándolas, matando a mis propios hijos en mi cuerpo, me volví loca, y empecé
a andar con un joven que estaba muy adicto a la droga y a la cocaína”.
Patricia comenzó a consumir cocaína todos los días para
acallar el dolor que sentía por las experiencias con los abortos, pero llegó el
día en que ya no le servía, y se empezó a drogar con metafenamina, y como
siempre estaba drogada, no podía trabajar, no podía estudiar y perdió su casa,
su coche, lo perdió todo y quedó en las calles totalmente drogada.
“Dormía en banquetas, en las calles, en los carros, dormía
en hoteles con un montón de drogadictos, no tenía el valor de hablarle a mis
papás porque sentía que no valía nada, me daba vergüenza hablar con mis papás.
“De tanta droga me arranqué todo el cabello, no tenía
cabello, estaba tan delgada que quedé jorobada, los huesos se me salían por la
espalda, por la costilla, los ojos sumidos de tanto llorar y tantos días que no
dormía.”
Jesús en persona la
recogió de la calle
Fueron tres años los que Patricia vagó drogada por las
calles, hasta que un día se peleó con su novio y él se subió a un auto y la
dejó tirada en una banqueta, Patricia creyó que regresaría por ella pero nunca
lo hizo y después de varias horas, empezó a llorar, tenía hambre, sed, sueño y
no tenía nada.
“Toqué fondo y entre mi llanto, por primera vez en mi vida
yo sentí a Dios Padre en mi corazón, y sentí a Dios Padre como que Él me miraba
con compasión desde el cielo y sentí en mi corazón que Él estaba conmigo desde
el momento en que nací y estaba conmigo toda mi vida pero Él esperaba el
momento que yo volteara a verlo, y yo voltee a verlo en ese momento y recuerdo
que le dije , yo no tengo nada, tú eres todo lo que tengo en este momento, no
tengo droga, no tengo familia, no tengo amigos, no tengo nada, pero yo te
quiero dar gracias porque tú me diste una niñez tan feliz, y me diste los mejores
papás del mundo y yo destruí mi vida, y te quiero pedir perdón, y recuerdo que
abracé mis piernas y yo lloraba y lloraba, y sentí un abrazo”.
El abrazo fue tan real que abrió sus ojos para ver quién la
abrazaba, y se trataba de una joven de cabello rubio y ojos azules, que
percibió llenos de amor y misericordia.
“Me miró a los ojos y me dijo: Jesús te ama, yo soy mesera
en aquel restaurante y Dios me habló a mi corazón y me dijo: Bonnie, voltea a
la ventana y dile a esa muchacha que está tirada y drogada en la banqueta que
yo la amo y dile que le perdono todo, aunque su padre y su madre la abandonen,
yo nunca la voy a abandonar, y yo estaré con ella hasta los finales de los
tiempos.
"Esta es la Divina Misericordia de Jesucristo, yo entendí que
era Jesús quien bajó por mí, era Jesús que caminó hacia mí en ese momento, me
abrazó, me miró a los ojos y me dijo, yo te amo y te perdono y yo estoy contigo”.
Bonnie le dijo que la llevaría a su casa, sin importar a
dónde fuera, así que la llevó a casa de su papá. Su mamá ya había regresado a
vivir a los Estados Unidos y se había acercado a su religión, tuvo una
conversión y había orado por su hija todo este tiempo, así que en cuanto supo
que estaba en casa, fue a buscarla para reconciliarse con ella, la abrazó y le
dijo: -Patricia, tengo tres años orando
por ti, yo ya regresé a la fe católica, y he orado arrodillada en las misas, en
el Santísimo pidiendo que regresaras a casa.
Su sanación
Desea algún día poder tener una familia. |
Tenía muchas cosas qué sanar, no sólo el aborto, las drogas,
la brujería, y su mamá, ya en su proceso de conversión y con la ayuda de Dios,
supo conducir a su hija para que lograra perdonarse y salir adelante.
“Por medio de mi mamá volvió a empezar mi relación con Dios.
Me leía mucho Las Escrituras, y a través de la Biblia conocí el corazón y los
pensamientos de Dios.”
P. ¿Cómo logras salir de la adicción?
R. Con los Sacramentos de la fe católica, la confesión,
Misa, Comunión, oración y dominio propio. No fue fácil, pero fue posible por la
gracia de Dios.
La sanación por sus abortos fue posible gracias a un retiro
que vivió en El Viñedo de Raquel, allí experimentó la Misericordia de Dios por
lo que había hecho, el sábado por la noche, cuando cerró sus ojos en una
meditación, miró a sus tres hijos frente a ella, felices, brincando y diciendo
que la amaban.
“Sentí que Dios abrió mi corazón y me dijo Patricia, la
Virgen María le ha puesto estos vestidos a tus hijas, ha peinado a tus hijas y
a tu hijo para que tú los miraras hermosos, ten por seguro que están bajo el
cuidado mío y la Virgen María en el cielo, y cuando despierto de esa meditación
y sentí la misericordia de mis hijos, ahí es cuando pude sanar”
P. ¿Cuando tú sanaste y comprendiste tu misión, buscaste a
tu ex novio para ayudarlo a sanar?
R. El mismo día que salí del retiro él me llamó, después de
10 años de no saber nada de él. Me sorprendió mucho, pero lo vi como un milagro
de Dios. Le dije la verdad, que fueron tres abortos y le recomendé el retiro.
Me perdonó y tuvo mucha compasión. Desde entonces no he hablado con él.
Después de su sanación, Patricia buscó a Bonnie, regresó al
restaurante un año después pero ya no trabajaba ahí y desafortunadamente nunca
la volvió a ver.
Una vez que recuperó su dignidad, Patricia comprendió que su
vocación es el matrimonio, todos los días ora por su futuro esposo y desea tener
una familia algún día.
Su misión: Llevar
esperanza
Promueve el tema de la castidad en Colegios. |
Su primera hija se llama Mariana, en honor a la Virgen, el
segundo se llama Emmanuel en honor a Jesús, y la tercera se llama Rosy, en
honor al Rosario. Y por todo el daño que hizo les prometió defender la vida con
todo su corazón y todas sus fuerzas, y a pesar de que siente mucha vergüenza
cuando cuenta su testimonio, que al contarlo revive cada momento en el que
participó en abortos y le sigue afectando y conmoviendo como si los viviera de
nuevo, asumió la misión de compartir su historia por el mundo para ayudar a
mujeres y hombres que están afectados por el aborto; y además promueve la castidad
ofreciendo conferencias en colegios.
Esta decisión de dar su testimonio la tomó también porque
conoció a muchas mujeres que sufrían en silencio por haber abortado y que no
tenían la valentía de ir a un retiro o irse a confesar. “Decidí hablarlo en público
para llevar esperanza y sanación a muchas mujeres y hombres que habían
abortado. También para prevenir abortos”.
Las voces de los
inocentes abogando ante el Padre
Patricia sabe que la tarea es difícil, pero sus palabras son de ánimo para quienes luchan por la vida. |
La tarea es dura y pide y ofrece oraciones para seguir
realizando esta misión pro vida de la que –dice- no hay qué esperar frutos en
la tierra, sino en el cielo, porque “cuando nosotros pro vida, estemos parados
ante el Padre las voces de los no nacidos van a gritar: Padre, Padre, ten
misericordia de esta alma porque nos amó”.
Y sin embargo, también en la tierra ha podido ver los frutos
de su esfuerzo, a lo largo de estos años Patricia ha recogido la bendición de
ver con vida muchos bebés que estaban destinados a la muerte por sus propios
padres.
P. Dentro de esta nueva vida de dar testimonio, ¿puedes compartir la anécdota más hermosa que
tengas?
R. Han pasado muchísimos milagros después de contar mi
testimonio gracias a Dios. En varias ocasiones doy mis conferencias y en esas
conferencias se salvan vidas porque a veces hay mujeres entre el público que
están a punto de abortar y deciden elegir la vida y luchar por su bebé, y Dios
me ha dado el regalo de regresar a ese país y cargar los bebés en mis brazos.
También he tenido milagros en varios colegios en que me he presentado y cuando
regreso a ese país los niños me cuentan que el testimonio les llegó mucho al
corazón y se han decidido conservar para el matrimonio y están practicando la
castidad, los niños se empiezan a valorar, empiezan a entender lo que es un
sacrificio, lo que es esperar para el amor verdadero y a mí me llenan de
alegría esos milagros que Dios me ha permitido ver.
Patricia asegura que no es perseguida por Planned Parenthood por
esta misión que lleva a cabo y que le permite también recibir diariamente
correos electrónicos de mujeres y hombres que le comparten y agradecen su
sanación.
Los apuntes de una
mujer que abortó tres bebés
Cuidar la virginidad hasta el matrimonio, su mensaje a los adolescentes y jóvenes. |
Las experiencias de esta historia de dolor, son las que
comparte, sobre todo con los jóvenes, pero también con los padres de familia,
buscando prevenir que historias como la suya se repitan en los hogares. Durante
la entrevista Patricia destacó las siguientes enseñanzas:
-La importancia de inculcar valores trascendentes en los hijos,
de hablarles de la castidad y de conservarla para el matrimonio. De enseñar la
fe y vivirla.
-Las relaciones sexuales premaritales tienen consecuencias
graves. Además, el condón falla un 25% el primer año y un 55% el segundo año.
-Existen estudios que las pastillas anticonceptivas no
evitan la concepción, en realidad son abortivas y tienen serias consecuencias
para la salud de la mujer.
-Hay un grave riesgo de que los matrimonios practiquen el
aborto, ya que después el síndrome post aborto provoca la separación, existen
estudios comprobados –dijo- que revelan que el 90 por ciento de las parejas que abortan
terminan en separación o en divorcio.
-Está comprobando que el aborto es un acto de violencia, es
una violación y esa es una de las razones que provocan un síndrome post aborto.
Patricia destacó que las oraciones de una madre son tan fuertes
y poderosas que Dios guarda en un lugar especial en su corazón a todos esos
hijos por los que se ora, y envió un exhorto a las mamás para que no pierdan la
fe, porque ese milagro que Dios hizo con ella, lo puede hacer para cualquiera
de los hijos.Claudia Ortiz
@claudiaortizdev
devazquez21@gmail.com
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