domingo, 14 de agosto de 2016

La misericordia de Dios la sanó de sus tres abortos

La gran bendición: Abrazar a bebés que se han salvado del aborto.

Por Claudia Ortiz

Después de haber vivido tres abortos, haber trabajado en Planned Parenthood y haber asistido a otras mujeres para que abortaran, ahora Patricia Sandoval es una conferencista Provida y promotora también de la castidad que ha tocado muchos corazones al compartir su testimonio -del que estaba totalmente avergonzada y se había prometido no revelar a nadie nunca- ha sido instrumento para que muchos bebés tengan la oportunidad de vivir.
Ella conserva con mucho cariño varias fotografías cargando a esos bebés que lograron vivir, después de que sus mamás estaban decididas a abortarlos, pero que escucharon a tiempo el mensaje de Patricia y cambiaron de opinión, y han vuelto a buscarla con sus hijos en brazos. Estos son los momentos más hermosos que a manera de recompensa vive Patricia después de las experiencias dolorosas que todavía le avergüenza compartir pero que sabe que es necesario hacerlo “para que otras personas no caigan en este engaño”.


Patricia recorre el mundo impartiendo conferencias para evitar que otras mujeres caigan en el engaño:
 lo que se aborta sí es un bebé, no un saco de células.
Una vida feliz en torno a lo material y la Nueva Era
Hija de José y Bertha Alicia, Patricia nació en Los Ángeles, California el 17 de septiembre de 1980 y es la segunda de tres hijos. Sus recuerdos son de una vida feliz, de los mejores papás, una madre cariñosa y un papá trabajador.
Pero ahora está consciente de que vivían una felicidad basada en lo material, todo el tiempo buscaban tener los mejores carros, la mejor casa de la manzana y la mejor ropa. Y su formación se basó en lo que sus papás le enseñaron:
“Mi papá me decía búscate un hombre con buena carrera, búscate un hombre que gane dinero, y enfócate tú en tu carrera, enfócate en ganar dinero… Y ése es el valor que yo tenía en mi corazón”; mientras que el defecto que tenía su mamá era la vanidad “y de niña mi mamá siempre me decía: Hija, yo me voy a suicidar a los 40 años, yo me voy a cortar las venas porque yo prefiero mil veces morir que tener arrugas en la cara.
“Esos eran los valores de la vida que yo tenía en mi hogar para ser alguien importante, para tener identidad: yo tenía qué tener belleza, juventud, éxito y buena carrera”.
Y así fue como Patricia creció con esa fijación, debía alcanzar el éxito, estudiar su carrera y ser la más hermosa.
En su casa, aunque se decían católicos, convivían con la Nueva Era, la brujería, la lectura del tarot y de la palma, la santería. “Yo creo firmemente que eso causó maldad en mi familia.”
P. ¿Tú estabas también acostumbrada a utilizar el esoterismo en tu vida? En su caso, ¿Qué prácticas acostumbrabas?
R. Yo era muy niña pero entendía mucho y me gustaba aprender sobre la Nueva Era. Tenía mi fe en mi horóscopo, creía en la reencarnación. Una vez practicamos hipnosis con un especialista supuestamente para regresarnos a nuestra vida pasada. Íbamos a conferencias que hablaban sobre las chakras, auras y esas cosas. Y yo creía mucho en todo esto.

Llegan las noticias sobre el “sexo seguro”
Cuando tenía 12 años de edad, Patricia recibió un curso sobre el “sexo seguro” en su escuela, para su mamá resultó ideal que gente preparada fuera a instruir a los adolescentes en el tema, pero la realidad es que ella misma sentía vergüenza de enseñarle y Patricia tampoco quería hablar del tema con sus papás, así que en su momento pareció muy conveniente.
La clase fue muy explícita, llevaron plátanos y condones para que cada alumno se enseñara a colocarlos, les repartieron pastillas anticonceptivas para que pudieran prevenir embarazos, les dijeron que podrían gustarles las mujeres o los hombres, sin importar que fueran de su mismo sexo, y que eso era normal. Les hablaron también de la pornografía y la masturbación y les dijeron que era sano y preferible que la practicaran. El mensaje más importante que conservó Patricia es que podía tener relaciones sexuales cuando quisiera y lo único que tenía qué hacer era protegerse, “no pasa nada”, les insistieron repetidamente en cada uno de los temas.

El resto de su adolescencia sin mamá
Ese mismo año sus papás se divorciaron, su hermana mayor se fue a vivir con su mamá a Guadalajara y Patricia y su hermano menor se quedaron con su papá.
La decisión les tomó por sorpresa ya que sus papás nunca pelearon frente a ellos, no tenían vicios, y al ver interrumpida la aparente felicidad de su vida, Patricia resultó afectada en su estabilidad emocional, padeció tricotilomanía, se arrancaba el cabello y sufrió en silencio no sólo el divorcio de sus papás, sino que también en ese momento rompió relaciones con su mamá.
Suplió a su mamá en lo que a las actividades de su casa se refería, y al verla tan responsable, su papá confiaba mucho en ella y le dio mucha libertad. Patricia no tenía disciplina, se iba de fiesta y siempre regresaba tomada.
Sin embargo, en lo referente a la sexualidad, a pesar de la plática que le dieron en su escuela, sí cuidó su virginidad, “algo muy dentro de mi corazón sabía que la virginidad era algo especial”, pero no comprendía entonces que estaba reservada al matrimonio.

El resultado positivo era un negativo para mi
Cuando tenía 19 años tuvo su primer novio, “yo pensaba que el amor verdadero es: es mi novio, nos queremos, nos amamos, cuando una persona quiere tanto a alguien, se entrega totalmente, eso para mí era el amor”. Así que tuvieron relaciones sexuales cuidándose y una mañana Patricia se sintió mal, le habló a una prima y ella le llevó la prueba de embarazo.
“Cuando vi el examen de prueba positiva me mire como ´atrapada´ en casa, sin carrera, sin sueños logrados. Yo no estaba lista para ser ama de casa. Yo quería lograr sueños, viajar por el mundo, seguir estudiando Enfermería o Psicología. Sentía algo en mi corazón que quería conquistar el mundo y ´ser alguien´ pero cuando vi ´positivo´ era un ´negativo´ para mi.  Sentí que esos sueños y deseos fueron arrancados de mi.”
Su prima, que la quería mucho y no quería nada malo para ella, creyendo que le daba el mejor consejo, por el cariño que le tenía y para que no viera interrumpidos sus planes, le aconsejó que abortara para que pudiera nuevamente concentrarse en sus estudios. “Éramos una par de ignorantes”, dice Patricia al recordar que ambas estaban seguras de que eso era lo mejor.
Con ese plan en mente decidió platicarlo con su novio y al darle la noticia de que estaba embarazada él se puso feliz. El sentirse apoyada cambió de color las cosas, ahora la noticia se pintaba de alegría, comenzó a apreciar esa vida en su vientre, a hablarle al bebé y a estar feliz por eso.
Dos meses después, cuando ya tenía cuatro de embarazo, sus amigas llegaron a casa y “preocupadas por ella” le hicieron ver que estaba echando a perder su vida, que no lograría sus sueños, y la convencieron de que debía abortar antes de que tuviera cinco meses “y fuera un bebé”, ya que estaban seguras de que hasta el momento, no lo era.
Estos comentarios influyeron en Patricia, nuevamente sintió miedo ante su futuro y el hecho de que un bebé interrumpiera sus planes de éxito, y decidió abortar pero sin decírselo a su novio.  “En el momento que decidí abortar decidí en mi mente que era una bolsa de células porque lo que ganaba en mi corazón era el egoísmo, mi papá, qué diría la gente y mis logros, eso es lo que reinaba en mi corazón”.

Tenía arranques de ira pero no lo relacionó con el aborto
Asistió a una clínica de abortos, estaba muy nerviosa y la doctora, para calmarla, le dijo que ella misma se practicó un aborto y le practicó dos a su hija, y que ambas estaban bien como Patricia también lo estaría, que no estaba haciendo nada malo y que no tenía razón para estar nerviosa.
Viendo que la doctora estaba muy bien y pensando que los doctores quieren lo mejor para sus pacientes, Patricia se tranquilizó, pero cuando vio entrar a una enfermera con el equipo para las ecografías, pensó que si su bebé ya estaba desarrollado, no abortaría, y pidió ver la pantalla para ver a su bebé, pero la enfermera le dijo: ¿cuál bebé? ¡Sólo es un saco de células!, y el aborto siguió adelante mientras Patricia se prometió a si misma que el aborto no le afectaría, que su vida seguiría adelante y que no le diría nunca a nadie lo que había pasado.
Al salir, habló con su novio y le dijo que se había sentido mal, que fue a la Ginecóloga y que perdió al bebé, inmediatamente escuchó al otro lado de la bocina a su novio llorando. Ella no podía creerlo, a ella no le afectaba y ¿su novio lloraba? Se propusieron olvidarlo y seguir adelante pero “no podíamos olvidarlo, yo tenía ansiedad, tenía pesadillas, yo miraba niños y como que me traumaba escuchar el llanto y el grito de los niños… mi novio me daba asco, empecé a cambiar mis sentimientos hacia él y no entendía por qué me pasaba”. Nunca relacionó estas nuevas sensaciones con el aborto porque en la clínica no le hablaron del síndrome post aborto, sólo le dieron pastillas anticonceptivas para que se cuidara y siguiera practicando el "sexo seguro", y así lo hicieron, y a pesar de ello, seis meses después, salió nuevamente embarazada.

“Veía en el espejo a una persona tan asquerosa”
Esta vez no le dijo a su novio, con un mes de embarazo y nuevamente esforzándose por dominarse para que no le afectara, se resolvió por el aborto pero quiso cambiar de clínica porque sólo habían pasado seis meses desde su último aborto y pensó que sería vergonzoso asistir al mismo lugar en tan poco tiempo. Eligió una clínica de Planned Parenthood en donde la elogiaron por ser valiente, por no llorar, y la atendieron de maravilla, como si estuviera en un Spa, recuerda.
Patricia salió muy agradecida por el trato y le encantaron sus consideraciones: “cuando hablaban a mi casa cambiaban su nombre para que mi papá no se diera cuenta que tenía citas con ellos, cuando enviaban la correspondencia a mi casa jamás ponían sellos en el sobre para que mi papá no se diera cuenta, y nunca me cobraban los anticonceptivos; para mí Planned Parenthood eran unos dioses, eran mi salvación”.
Y aunque nuevamente, además de darle las pastillas para que siguiera teniendo “sexo seguro”, le aseguraron que sólo padecería cólicos, la relación con su novio se ponía peor, así como su estado de ánimo. “Me quería quitar la vida, me sentía angustiada, vacía, me arrancaba más el cabello, me miraba en el espejo y veía una persona tan asquerosa, tenía desórdenes mentales, no podía dormir y no entendía por qué me pasaban esas cosas,  mi novio me daba aún más asco, me distanciaba mucho de él”.

“Nunca había visto una cara con tanto miedo y terror”
A pesar de todo, continuó la relación con su novio, y a los seis meses salió embarazada por tercera ocasión. Patricia lo tomó diferente, más que sentir miedo, ahora estaba enojada y no comprendía cómo sucedía que aunque se estaba tomando sus pastillas anticonceptivas, seguía saliendo embarazada; decidió que esta vez no lo haría sola, no sería la única que se sentiría culpable, le diría a su novio y a sabiendas que él querría tener al bebé, planeó manipularlo para que la acompañara a la clínica a abortar.
Justo como lo pensó, cuando le dio la noticia, él se puso feliz, pero ella lo paró en seco “no te pongas feliz, este embarazo no se puede llevar a cabo, no podemos ser papás, estamos muy jóvenes, no es el tiempo, vamos a casarnos primero y después formamos una familia”. Ella no tenía verdaderos planes de casarse con él, sólo lo decía para convencerlo, pero su novio insistió en que no quería abortar y eso provocó una reacción de ira por parte de Patricia, quien le gritó: “Tú qué derecho tienes sobre mi cuerpo, mi papá me va a dejar de hablar a mí, yo voy a dejar mis estudios, mi trabajo, yo voy a tener que cargar esta miseria, mi vida se va a terminar, no me importa lo que pase, yo voy a abortar, tú no tienes voz”.
Fueron juntos a la clínica y cuando inició el ruido de la máquina de succión que para Patricia era conocido, sintió las lágrimas de su novio, “nunca en mi vida había visto una cara con tanto miedo y terror, su mano me brincaba y me apretaba, durante el aborto yo sentía las lágrimas de él que lo bañaban y me sentía tan culpable”, estaba confundida porque podía sentirse culpable, pero no triste como su novio, y se prometió; “nunca en la vida le voy a contar a un alma de esos tres abortos” y avergonzada no quiso volver a verlo jamás, decidió dejarlo, olvidarse de los tres abortos y cambiar de ambiente porque quería matarse, “necesito una vida nueva”, dijo, y se mudó a Sacramento.

Encontró trabajo en Planned Parenthood
Al independizarse de su papá necesitaba un trabajo para mantenerse, y ya en Sacramento encontró un anuncio en el que Planned Parenthood buscaba una enfermera con el requisito indispensable del idioma español. Ella sintió que podía corresponder a lo que había recibido de esta clínica y se presentó por el puesto, advirtiendo que no tenía conocimientos de enfermera, pero esto no resultó ser un problema para la entrevistadora, como Patricia no se incomodó con el tema del aborto, ni con ver sangre, y hablaba el español, el puesto fue suyo.
Le explicaron que realizaban 25 abortos los miércoles y 25 los viernes y que de esos, aproximadamente 45 de las mujeres que se atendían eran hispanas que no hablaban inglés. Y le dieron indicaciones generales: No podía tener en su oficina fotos que hicieran alusión a la familia, porque estas fotos podían hacer que una mujer se arrepintiera de abortar, y sería su responsabilidad.  Le indicaron que estaba prohibido utilizar las palabras bebé, él, ella, mamá o papá, y que debería referir siempre a la “bolsa de células”. A ella le resultó extraño que le manejaran un vocabulario, pero no dijo nada, porque se sentía feliz de trabajar en una empresa exitosa en donde además recibiría un salario tres veces superior al que ganaba en su trabajo anterior, y esto la conduciría al éxito que buscaba afanósamente.
Al presentarse a su nuevo trabajo el lunes, le explicaron que debía entrevistar a las jóvenes que querían abortar y convencerlas de que lo hicieran, le indicaron que estaba prohibido que las pacientes vieran la pantalla para que ninguna se arrepintiera. Si alguna de las chicas tenía mucho miedo, estaba en Patricia convencerlas para que no faltaran a su cita de aborto. La pregunta de todas las jovencitas era la misma, recuerda, “¿mi bebé lo va a sentir?” y ella, ya en su papel de Planned Parenthood, les respondía con toda seguridad: “no es un bebé, es una bolsa de células, no siente nada, no te preocupes. Lo que yo estaba haciendo era vendiendo asesinatos… yo creí que estaba ayudando a estas mujeres”.

Día de abortos
Cuando llegó el miércoles, su primer día de abortos trabajando en la clínica, le indicaron que era día en que se tenía qué poner las pilas y le dieron las últimas indicaciones, no podía ver a los ojos a ninguna chica que fuera abortar para que no encontraran en ella el consuelo o el apoyo para no abortar, y jamás debía decirles “a una madre o al padre que está en la sala de espera, que después del aborto tiramos a sus bebés a la basura”. Patricia recuerda que quedó muy confundida porque ella creyó que ellos no serían ni madres ni padres, pero se quedó callada, no preguntó nada ni siquiera al respecto de “tirar a sus bebés a la basura”.
Y sin que la entrenaran debió asistir el primer aborto, en el que vio cómo el doctor, después de inyectar siete veces a la mujer, le ingresó la cáñula -un fierro delgado que en un extremo tiene lo que pudiera ser la punta de una navaja- y comenzó a moverlo de un lado a otro mientras la jovencita de 15 años gritaba “mi bebé, mi bebé”. “Cuando yo me paré detrás del doctor dije esto no es normal, esto parece que la están violando”.
Cuando el doctor consideró que había terminado, sacaron lo que se había extraído en una bolsa y junto con una enfermera se fue a un cuarto detrás de la clínica, ahí vaciaron el contenido de la bolsa en una charola de vidrio y con unas pinzas, la enfermera esculcó los restos y comenzó a sacar y alzar a la luz, un brazo. “Es como si Dios paró los tiempos, yo podía contemplar ese brazo y esa mano, yo recuerdo que yo miraba todos los detalles, lo primero que veo son las huellas de los dedos, podía ver las líneas de la palma y cuando gira la mano podía ver las uñas formadas, y lo tira a la basura… Lo que me dolió mucho es que este bebé tenía la boca abierta como si hubiera gritado mucho y nadie lo pudo escuchar porque no tenía voz”.
Debían identificar cinco partes para poder avisarle al doctor que “el aborto había sido exitoso”, y una vez localizadas estas partes y fueron colocadas en una bolsa, Patricia se dio cuenta que si esos eran los restos de un bebé de 3 meses, lo que ella había abortado con cuatro meses, era un bebé y no un saco de células, sintió que había sido engañada, pero se quedó callada, no dijo nada y se quiso hacer la fuerte para sobrevivir esa situación.
Al final del día, la bolsa de la basura en donde estaban acumuladas las partes de los 25 bebés abortados, debía ser colocada en un congelador para que las mujeres no fueran a ver esas partes en la basura, sino que se esperaba cada mes que pasara un recolector y se las llevara. “Me recuerdo que voy y abro este congelador grande y para mi sorpresa me encuentro con bloques de hielo con puros bebés despedazados congelados de todos los abortos que había en Planned Parenthood.
“Todos los días lloraba en mi carro, todos los días me sentía culpable porque asesiné a mis tres hijos, pero qué hago si me salgo de aquí, cómo pago mis cosas, necesito mi trabajo”, se justificaba.

Huye de los abortos y se ahoga en las drogas
Patricia llevaba un mes trabajando en Planned Parenthood cuando un día llegó una joven de 16 años, con seis meses de embarazo de gemelos, la encargada estaba feliz porque ese aborto iba a ingresar tres mil dólares a la clínica. “Pero yo ya no tenía el corazón de ver a dos hermanitos despedazados en una charola de vidrio, me salí corriendo de ahí y quedé tan traumada porque me sentí como una asesina, una cómplice ayudando a mamás matando a sus hijos, engañándolas, matando a mis propios hijos en mi cuerpo, me volví loca, y empecé a andar con un joven que estaba muy adicto a la droga y a la cocaína”.
Patricia comenzó a consumir cocaína todos los días para acallar el dolor que sentía por las experiencias con los abortos, pero llegó el día en que ya no le servía, y se empezó a drogar con metafenamina, y como siempre estaba drogada, no podía trabajar, no podía estudiar y perdió su casa, su coche, lo perdió todo y quedó en las calles totalmente drogada.
“Dormía en banquetas, en las calles, en los carros, dormía en hoteles con un montón de drogadictos, no tenía el valor de hablarle a mis papás porque sentía que no valía nada, me daba vergüenza hablar con mis papás.
“De tanta droga me arranqué todo el cabello, no tenía cabello, estaba tan delgada que quedé jorobada, los huesos se me salían por la espalda, por la costilla, los ojos sumidos de tanto llorar y tantos días que no dormía.”

Jesús en persona la recogió de la calle
Fueron tres años los que Patricia vagó drogada por las calles, hasta que un día se peleó con su novio y él se subió a un auto y la dejó tirada en una banqueta, Patricia creyó que regresaría por ella pero nunca lo hizo y después de varias horas, empezó a llorar, tenía hambre, sed, sueño y no tenía nada.
“Toqué fondo y entre mi llanto, por primera vez en mi vida yo sentí a Dios Padre en mi corazón, y sentí a Dios Padre como que Él me miraba con compasión desde el cielo y sentí en mi corazón que Él estaba conmigo desde el momento en que nací y estaba conmigo toda mi vida pero Él esperaba el momento que yo volteara a verlo, y yo voltee a verlo en ese momento y recuerdo que le dije , yo no tengo nada, tú eres todo lo que tengo en este momento, no tengo droga, no tengo familia, no tengo amigos, no tengo nada, pero yo te quiero dar gracias porque tú me diste una niñez tan feliz, y me diste los mejores papás del mundo y yo destruí mi vida, y te quiero pedir perdón, y recuerdo que abracé mis piernas y yo lloraba y lloraba, y sentí un abrazo”.
El abrazo fue tan real que abrió sus ojos para ver quién la abrazaba, y se trataba de una joven de cabello rubio y ojos azules, que percibió llenos de amor y misericordia.
“Me miró a los ojos y me dijo: Jesús te ama, yo soy mesera en aquel restaurante y Dios me habló a mi corazón y me dijo: Bonnie, voltea a la ventana y dile a esa muchacha que está tirada y drogada en la banqueta que yo la amo y dile que le perdono todo, aunque su padre y su madre la abandonen, yo nunca la voy a abandonar, y yo estaré con ella hasta los finales de los tiempos.
"Esta es la Divina Misericordia de Jesucristo, yo entendí que era Jesús quien bajó por mí, era Jesús que caminó hacia mí en ese momento, me abrazó, me miró a los ojos y me dijo, yo te amo y te perdono y yo estoy contigo”.
Bonnie le dijo que la llevaría a su casa, sin importar a dónde fuera, así que la llevó a casa de su papá. Su mamá ya había regresado a vivir a los Estados Unidos y se había acercado a su religión, tuvo una conversión y había orado por su hija todo este tiempo, así que en cuanto supo que estaba en casa, fue a buscarla para reconciliarse con ella, la abrazó y le dijo:  -Patricia, tengo tres años orando por ti, yo ya regresé a la fe católica, y he orado arrodillada en las misas, en el Santísimo pidiendo que regresaras a casa.

Su sanación 

Desea algún día poder tener una familia.
Tenía muchas cosas qué sanar, no sólo el aborto, las drogas, la brujería, y su mamá, ya en su proceso de conversión y con la ayuda de Dios, supo conducir a su hija para que lograra perdonarse y salir adelante.
“Por medio de mi mamá volvió a empezar mi relación con Dios. Me leía mucho Las Escrituras, y a través de la Biblia conocí el corazón y los pensamientos de Dios.”
P. ¿Cómo logras salir de la adicción?
R. Con los Sacramentos de la fe católica, la confesión, Misa, Comunión, oración y dominio propio. No fue fácil, pero fue posible por la gracia de Dios.
La sanación por sus abortos fue posible gracias a un retiro que vivió en El Viñedo de Raquel, allí experimentó la Misericordia de Dios por lo que había hecho, el sábado por la noche, cuando cerró sus ojos en una meditación, miró a sus tres hijos frente a ella, felices, brincando y diciendo que la amaban.
“Sentí que Dios abrió mi corazón y me dijo Patricia, la Virgen María le ha puesto estos vestidos a tus hijas, ha peinado a tus hijas y a tu hijo para que tú los miraras hermosos, ten por seguro que están bajo el cuidado mío y la Virgen María en el cielo, y cuando despierto de esa meditación y sentí la misericordia de mis hijos, ahí es cuando pude sanar”
P. ¿Cuando tú sanaste y comprendiste tu misión, buscaste a tu ex novio para ayudarlo a sanar?
R. El mismo día que salí del retiro él me llamó, después de 10 años de no saber nada de él. Me sorprendió mucho, pero lo vi como un milagro de Dios. Le dije la verdad, que fueron tres abortos y le recomendé el retiro. Me perdonó y tuvo mucha compasión. Desde entonces no he hablado con él.
Después de su sanación, Patricia buscó a Bonnie, regresó al restaurante un año después pero ya no trabajaba ahí y desafortunadamente nunca la volvió a ver.
Una vez que recuperó su dignidad, Patricia comprendió que su vocación es el matrimonio, todos los días ora por su futuro esposo y desea tener una familia algún día.


Su misión: Llevar esperanza 
Promueve el tema de la castidad en Colegios.
Su primera hija se llama Mariana, en honor a la Virgen, el segundo se llama Emmanuel en honor a Jesús, y la tercera se llama Rosy, en honor al Rosario. Y por todo el daño que hizo les prometió defender la vida con todo su corazón y todas sus fuerzas, y a pesar de que siente mucha vergüenza cuando cuenta su testimonio, que al contarlo revive cada momento en el que participó en abortos y le sigue afectando y conmoviendo como si los viviera de nuevo, asumió la misión de compartir su historia por el mundo para ayudar a mujeres y hombres que están afectados por el aborto; y además promueve la castidad ofreciendo conferencias en colegios.
Esta decisión de dar su testimonio la tomó también porque conoció a muchas mujeres que sufrían en silencio por haber abortado y que no tenían la valentía de ir a un retiro o irse a confesar. “Decidí hablarlo en público para llevar esperanza y sanación a muchas mujeres y hombres que habían abortado. También para prevenir abortos”.


Las voces de los inocentes abogando ante el Padre
Patricia sabe que la tarea es difícil, pero sus palabras son de ánimo para quienes luchan por la vida.
La tarea es dura y pide y ofrece oraciones para seguir realizando esta misión pro vida de la que –dice- no hay qué esperar frutos en la tierra, sino en el cielo, porque “cuando nosotros pro vida, estemos parados ante el Padre las voces de los no nacidos van a gritar: Padre, Padre, ten misericordia de esta alma porque nos amó”.
Y sin embargo, también en la tierra ha podido ver los frutos de su esfuerzo, a lo largo de estos años Patricia ha recogido la bendición de ver con vida muchos bebés que estaban destinados a la muerte por sus propios padres.
P. Dentro de esta nueva vida de dar testimonio,  ¿puedes compartir la anécdota más hermosa que tengas?
R. Han pasado muchísimos milagros después de contar mi testimonio gracias a Dios. En varias ocasiones doy mis conferencias y en esas conferencias se salvan vidas porque a veces hay mujeres entre el público que están a punto de abortar y deciden elegir la vida y luchar por su bebé, y Dios me ha dado el regalo de regresar a ese país y cargar los bebés en mis brazos. También he tenido milagros en varios colegios en que me he presentado y cuando regreso a ese país los niños me cuentan que el testimonio les llegó mucho al corazón y se han decidido conservar para el matrimonio y están practicando la castidad, los niños se empiezan a valorar, empiezan a entender lo que es un sacrificio, lo que es esperar para el amor verdadero y a mí me llenan de alegría esos milagros que Dios me ha permitido ver.
Patricia asegura que no es perseguida por Planned Parenthood por esta misión que lleva a cabo y que le permite también recibir diariamente correos electrónicos de mujeres y hombres que le comparten y agradecen su sanación.

Los apuntes de una mujer que abortó tres bebés

Cuidar la virginidad hasta el matrimonio, su mensaje a los adolescentes y jóvenes.
Las experiencias de esta historia de dolor, son las que comparte, sobre todo con los jóvenes, pero también con los padres de familia, buscando prevenir que historias como la suya se repitan en los hogares. Durante la entrevista Patricia destacó las siguientes enseñanzas:
-La importancia de inculcar valores trascendentes en los hijos, de hablarles de la castidad y de conservarla para el matrimonio. De enseñar la fe y vivirla.
-Las relaciones sexuales premaritales tienen consecuencias graves. Además, el condón falla un 25% el primer año y un 55% el segundo año.
-Existen estudios que las pastillas anticonceptivas no evitan la concepción, en realidad son abortivas y tienen serias consecuencias para la salud de la mujer.
-Hay un grave riesgo de que los matrimonios practiquen el aborto, ya que después el síndrome post aborto provoca la separación, existen estudios comprobados –dijo- que revelan que el  90 por ciento de las parejas que abortan terminan en separación o en divorcio.
-Está comprobando que el aborto es un acto de violencia, es una violación y esa es una de las razones que provocan un síndrome post aborto.
Patricia destacó que las oraciones de una madre son tan fuertes y poderosas que Dios guarda en un lugar especial en su corazón a todos esos hijos por los que se ora, y envió un exhorto a las mamás para que no pierdan la fe, porque ese milagro que Dios hizo con ella, lo puede hacer para cualquiera de los hijos.

Claudia Ortiz
@claudiaortizdev
devazquez21@gmail.com

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