*A petición de la entrevistada, todos los nombres en esta historia fueron
cambiados, para salvaguardar su integridad.
No importa que tan terrible sea
tu historia, Dios puede rescatarte. Así lo hizo con Camila, quien desde los 5
años de edad albergó en su corazón sentimientos de dolor y tristeza, a los diez
años se refugió en las drogas y el alcohol y cuando tuvo mayor conciencia buscó
el amor y la paz en todo tipo de prácticas y sectas. El Señor la esperaba y
tenía un plan para ella: ser su instrumento para ayudar a sanar y conducir a
muchas otras almas hacia Él.
De la felicidad al odio y la tristeza
Durante su primera infancia, Camila
fue muy feliz, jugaba y reía como los demás niños, de hecho se sentía especial
pues su papá la llevaba, sólo a ella, a jugar a una casa en donde tenía otros
amiguitos; sin embargo muy pronto su felicidad se transformó en tristeza y luego
en coraje cuando a los cinco años se dio cuenta de que esos niños con los que
jugaba, eran en realidad sus hermanastros y que esa mujer a la que su papá
visitaba, era su amante, pues los descubrió en una situación reveladora.
Su papá creyó que por su edad no
entendería y por eso la llevaba, siendo entonces la más pequeña de su casa. Sin
embargo, a su corta edad pudo entender la infidelidad de su papá.
Su mundo cambió
Camila empezó a ser una niña
triste que se llenó de coraje contra su papá por el trato que le daba a su
mamá, no sólo la engañaba sino que además la golpeaba, y tenía coraje también contra
su mamá por aguantarlo. “Me burlaba de mi madre porque no dejaba de rezar el Rosario.
Siempre te pegan, le decía”. Camila no creía en Dios ni en la Virgen porque si
existieran -reflexionaba- no pasaría nada de lo que ocurría en su casa.
Era tanto su coraje que a pesar
de su debilidad -por su edad y su complexión-, quería defender a su madre y a
sus hermanos, llegó incluso a aventarse sobre su padre para que no le pegara a
su mamá, pero su esfuerzo era inútil. “Él golpeaba a mi madre hasta que se
cansaba, y luego nos iba a buscar a nosotros”.
Esta tristeza e impotencia la
llevó a fumar desde los diez años de edad y a los trece años decidió salirse de
casa porque se sentía más segura en la calle, así que dejó Guanajuato, en donde
vivía con sus padres, y se fue a vivir a la ciudad de México, en donde se
perdió más en el alcohol y en las drogas.
A pesar de su adicción, se
inscribió a la escuela para continuar la prepa y también tomó un curso de
capacitación para ser secretaria, gracias a ello obtuvo trabajo como secretaria
en un bufete de abogados y también cantaba en Garibaldi para allegarse los
recursos para mantenerse, pagar sus estudios y mantener su adicción. “Llegaba a
la escuela intoxicada, a veces no sabía dónde amanecía de tan intoxicada”.
En México se hizo de una amiga
que la llevó a vivir a su casa, pero pronto tuvo que volverse a la calle porque
los hermanos de su amiga querían abusar de ella.
“Anduve rodando de una casa a
otra hasta que pude estudiar y trabajar y pude pagar un departamentito” pero
como seguía en las drogas la corrían, porque era muy agresiva.
Contrae nupcias … por sorpresa
A uno de los lugares a los que se
acercó a pedir ayuda recién llegó al entonces Distrito Federal, fue con una tía
materna, ella se negó a recibirla, por eso Camila no la visitaba frecuentemente,
pero en una ocasión que lo hizo, su tía le avisó que su madre estaba
agonizando.
Inmediatamente regresó a Guanajuato
para poder estar con ella, sin embargo, su papá no la dejó verla porque al
haberse ido de la casa, había deshonrado el nombre de la familia y le dijo que
sólo podría ver a su madre cuando regresara casada, para así limpiar el
apellido.
De regreso en México, pensando
cómo podría cumplir con la condición de su padre, estaba un día platicando con Josué,
el novio de una amiga, con el que tenía que platicar mientras su amiga,
engañaba a Josué con otro novio. Como sentía que no le era indiferente a Josué,
se le ocurrió pedirle que le ayudara, y le dijo que el plan era presentarse
pidiendo su mano para casarse y que ella pudiera visitar a su madre, pero se
regresarían a México sin cumplir con el requisito.
Josué accedió y juntos se
trasladaron a Guanajuato. Camila lo presentó y mientras “su prometido” hablaba
con su papá, ella pudo pasar a ver a su madre, platicaron durante mucho tiempo,
le pidió perdón y le agradeció por sus oraciones, ya que gracias a ella -ahora
está consciente- la Virgen la cuidó.
Después de muchas horas de
charla, cuando Camila salió del cuarto de hospital se encontró con la sorpresa
de que su padre la estaba esperando junto con su “prometido”, un juez y un
sacerdote para casarla y los obligó a casarse por el civil en ese momento, ahí
en el hospital, era un lunes, según recuerda, con el sacerdote como testigo que
los casó el viernes siguiente.
“El día de la boda llegué una
hora tarde, super borracha, vestida de blanco, según yo tomé para ser valiente
y decir que no, pero le tenía miedo a mi papá”. Camila tenía entonces 18 años
de edad.
La experiencia fue un infierno
Después de la boda Camila no
quiso pasar la noche con Josué, y él se regresó solo a México para trabajar,
mientras ella se quedó en casa de sus papás por dos semanas, “hasta que me le escapé
a mi papá y me fui a México, pero yo creo que mi papá le avisó a Josué porque
cuando llegué allá, él ya me estaba esperando y ya no me le pude escapar”.
Josué le ofreció ayudarla y pues
finalmente, ya estaban casados, así que se fue a vivir con él y su matrimonio
“fue un infierno”, recibió muchos golpes, abusos, se hizo más alcohólica, y por
todo eso que vivía y sufría, cada vez que quedaba embarazada, perdía
naturalmente a sus bebés -perdió siete en total durante sus tres años de matrimonio-
porque su cuerpo no tenía las condiciones para mantenerlos, y cada vez que
perdía a un bebé sentía más frustración, más enojo, más tristeza, muchas veces
pensó en quitarse la vida porque se sentía vacía.
Entre los abusos que sufrió, su
esposo se iba semanas completas y la dejaba encerrada, amarrada, sin comer,
nadie en su casa sabía de eso, creían que él era un buen hombre y que más bien
ella era la problemática, porque tenía un carácter fuerte.
Sólo en una ocasión en que el
embarazo persistió, precisamente por tanto dolor, impotencia y el sentimiento
de que su vida no tenía ningún sentido, optó por el aborto. “Yo estaba
trastornada totalmente en el alcohol y supe que estaba embarazada, pero era
tanto mi odio hacia él que ya cuando me di cuenta, salí de la clínica y ya
había matado a mi bebé… es un dolor tan profundo tan entrañable”.
La oportunidad más bella
A los cuatro meses del aborto
provocado se dio cuenta de que estaba nuevamente embarazada. Esta vez, sin
embargo, cuidó a su bebé en el vientre. Recuerda que fue de las primeras veces
que le habló en serio a Dios, le fue a pedir perdón y a pedirle que le ayudara
a cuidarlo.
Para evitar los maltratos de
Josué, decidió irse a vivir con sus papás, ya que ante su familia su esposo se
contenía.
La maternidad, dice Camila, es la
oportunidad más bella que Dios le pudo haber dado. Incluso Josué se transformó, quería mucho a su
bebé aún en el vientre de Camila y cuando la golpeaba, después les pedía
perdón. Le hablaba, le cantaba y le compró mucha ropa, incluso se gastaba todo
su dinero en comprarle ropa, en vez de llevar para la comida, recuerda Camila
que se sentía muy orgulloso de ser papá.
Durante los últimos meses de
embarazo, Josué y Camila se fueron a vivir a Celaya, ahí nació Fernando.
Contemplando su rostro Camila pensó que quería lo mejor para él, “él me inspiró
para ser lo mejor que yo pudiera, yo sentía en mi corazón que tenía la
necesidad de ir a ver a la Virgen, consagrar a mi hijo y pedirle un consejo, lo
que quería era aprender a amar a su papá, no quería que él creciera sin papá,
no quería que creciera solo conmigo, que me ayudara a amar.”
Apenas tenía dos días de nacido
cuando “le consagré mi hijo a la Virgen y eso me dio mucha paz; pero al
regresar a mi casa recibí la respuesta que Dios me dio, él estaba en mi cama
con otra mujer, cuando me miró me quitó al niño, lo aventó a la cama y me agarró
a golpes porque llegué antes de la hora que le dije”.
Josué se salió de casa
inmediatamente con su amante, así que Camila le llamó a su hermana quien le
ayudó a vender todo lo que pudo, tomó a su bebé y quiso huir del país, sin
embargo fue detenida por la patrulla fronteriza de Estados Unidos, le quitaron
a su bebé y a ella la metieron a la cárcel.
El milagro del amor y la solidaridad
Su bebé ya tenía cuatro meses
cuando se lo regresaron porque estaba agonizando:
“Lo abracé con tanto amor y le
decía a la Virgen: -Tú me ayudaste a
tenerlo y tú me vas a ayudar a superar esto”. El niño estaba casi ya muerto, ese día me la
pasé todo el día con él en la cárcel para mujeres, abrazándolo toda la noche;
todas me ayudaron a abrazarlo, todas le dieron calor porque la cárcel estaba
muy fría, todas le cantaban, todas estaban llorando. Ese día todas fuimos una, le
di de comer de mi pecho y al siguiente día vino un doctor a revisarlo y mi hijo
estaba vivo, fue un milagro de la Virgen.
Cuando obtuvo su libertad, Camila
volvió a intentar cruzar la frontera, quería a toda costa huir de México porque
su esposo juró que la iba a matar, y en ese segundo intento llegó nuevamente la
patrulla fronteriza, en helicópteros y en caballos, por lo que todo el grupo
que intentaba “cruzar” -que era bastante grande-, incluyendo los que los
guiaban, se dispersaron rápidamente y Camila perdió de vista a toda la gente,
estaban en medio del desierto y no veía a nadie ni ningún lugar dónde
esconderse.
“No veía nada alrededor donde
esconderme, y volví a voltear y vi un pedazo de árbol, y ahí me metí con mi hijo,
tenía mucho miedo, pero ahí pasé la noche”. Cuando se fue la patrulla y la
gente regresó, se encontró con ellos y volvió su vista nuevamente, y no
encontró el árbol. “El árbol no existía, pero no lo puede explicar”. Al final
pudo pasar a Estados Unidos.
Su casa, un parque
En Estados Unidos tenía un
hermano que tenía una tienda, un restaurante y una cantina, él le ayudó con casa
y trabajo, “lo quiero mucho, pero él estaba lleno de vanidad, quería dinero,
era muy alcohólico, llegamos a sus negocios a trabajar y no nos pagó
absolutamente nada”.
Ahora Camila sufría abusos por
parte de su hermano, pues no le pagaba ningún salario y en su casa, donde la
hospedaba, el refrigerador tenía candado, no podía tomar nada, pero su hermano
le decía que no necesitaba nada, pues la comida la tenía en el restaurante y
los pañales en la tienda.
Ahí estuvo por un tiempo hasta
que se decidió a salirse, no tenía casa a donde ir, pero tenía un carro que
tomó por hogar, se estacionaba en los parques y su hijo disfrutaba jugando,
para entonces el pequeño ya tenía poco más de tres años.
De hecho Camila recuerda que en
algún momento su hijo Fernando le dio las gracias por quererlo tanto, “abro mis
ojitos y estamos en el parque, cierro mis ojitos y estamos en el parque”, para
su hijo esto fue una bendición.
Camila también valoró la
bendición de tener un hijo, lo cuidaba y procuraba no separarse de él, incluso
cuando iba a trabajar, nunca lo dejó solo, siempre lo llevó a sus trabajos,
aunque fuera a escondidas.
Dosis de droga y dosis de fe
Su madre había sembrado en ella
la fe y aunque se burlaba de ella por rezar, sabía que existía un Dios, y
empezó a recurrir a Él, empezó a rezar a ir a Misa, pero simultáneamente seguía
consumiendo drogas y alcohol.
Bajo sus efectos, repitió lo que
había vivido, golpeaba a su hijo y se dio cuenta de que necesitaba ayuda.
Al primer congreso de sanación y
liberación que asistió lo hizo drogada, Empezó a ir a congresos, “no me dí
cuenta cómo llegué ahí, pero le gritaba -a Dios- que me ayudara, que estaba haciendo
pedazos a mi hijo… estaba en las escaleras de arriba, cuando me di cuenta estaba
abajo, un sacerdote me impuso sus manos sobre la cabeza y empecé a
convulsionar, a gritar, a expulsar saliva blanca, ahí empezó mi conversión, me
sentía liberada, pero todavía había voces, me decían cosas, que me matara, que
no servía para nada, que mi hijo tampoco servía para nada, eso me hacía tomar
más, y agredirme más a mí, empecé a odiar”.
Dios la llamaba, tenía un plan para ella
En una ocasión entró a una tienda
en donde estaban escuchando Guadalupe Radio. Ella sintió que la voz del
sacerdote que estaba al aire le envió un mensaje, así que preguntó por la
estación, la buscó y no la encontró, así que empezó a buscar por otros lados,
incluyendo otras religiones y también en la Nueva Era. En el fondo, no quería
pertenecer a la Iglesia Católica, la figura de su madre rezando todo el tiempo
y a pesar de eso recibir tanto mal trato, le indignaba; además de que conocía
mucha gente chismosa y criticona que se decía católica.
Sedienta de paz, sedienta de
amor, Camila cayó en todas las prácticas, “fui a que me leyeran las cartas, a
que me hicieran limpias, tuve conocidas que eran santeras, brujas… Por casi dos
años no podía dormir, tenía los ojos morados de tantas voces que oía,
pesadillas, sueños asquerosos, amanecía fuera de mi casa, como si me hubieran
golpeado, con moretones.
Era tanto el dolor que se decidió
por Dios y empezó a recurrir a Él, “pero cada vez que me iba a un retiro,
sufría unas enfermedades terribles, me quedaba una semana sin caminar”, y es
que al demonio no le gustaba que ella empezara a corregir el camino, y la hostigaba
para que desistiera.
Anduvo metida en tal cantidad de
cosas, que no sabe qué fue lo que la enfermó, “me dio salmonela, tifoidea,
tétanos, se me cayeron las uñas, el pelo, estaba tan débil que no podía
sostenerme, los gusanos caminaban en mi cabeza, en mi espalda, en mi estómago,
comiendo mis intestinos”.
Sufría unos dolores muy fuertes,
pero sus gritos eran por dentro, “le gritaba a Dios que me ayudara, que me
disculpara de tanto error, que iba a hacer lo que quisiera…”
Su estado se fue agravando y cayó
en estado de coma por dos meses, ya la iban a desconectar, su familia ya sólo
estaba esperando el final, su hijo tenía entonces siete años de edad.
Estando en coma, ella recuerda
que se fue elevando, por un túnel oscuro, que conforme subía se iba haciendo
más blanco:
“Llegué a un lugar donde me sentí
muy tranquila, todo era verde, todo hermoso, y escuché una voz, pero al voltear
fue tanta la luz que tuve que cerrar mis ojos, al agacharme solo vi unos pies
preciosos, tenía sus llagas, era Jesús, yo no podía levantar mi mirada. Me dijo:
-No es tu tiempo, tienes que
regresar.
-No, aquí estoy muy bien.
-Me haces más falta viva, que
muerta.
“Después escuché la voz de mi hijo
que me decía: - Mamá, no te mueras.”
Ya la habían desconectado, pero
repentinamente salió del estado de coma, pero su salud seguía delicada, los
médicos no garantizaron más de una semana de vida, y la mandaron a su casa.
Ya en su casa, una amiga la
visitó y le llevó muchos productos para que saliera adelante. Y un día que su
hijo se fue a la escuela, en su desesperación por tantos días sin consumir
alcohol ni drogas, deprimida y consciente que el único momento en el que sintió
paz fue cuando estuvo frente a Jesús, quería regresar a ese lugar, así que
mezcló todos los productos, se los tomó todos juntos con la intención de acabar
con su vida, y se quedó dormida por dos días.
Cuando el doctor la revisó, no
encontró ya ninguna enfermedad, no tenía gusanos, sólo necesitaba reposo.
Después de su recuperación le fue a dar gracias a Dios, y ya entendía que tenía
un plan para ella porque le dijo: “Tú eres el único que sabes por qué me tienes
aquí”.
Había sido evangelista, mormona,
testigo de Jehová, pero no dejaba de rezar el rosario e ir a misa los domingos,
había un vacío muy grande, hasta que después de tanto buscar ayuda, en la
parada del camión escuchó nuevamente Guadalupe Radio, una señora que también
esperaba estaba sintonizando la estación. Por fin la empezó a escuchar y se
inscribió a la Escuela de la Fe en donde tomó un curso de Mariología y la
Virgen la enamoró.
Camila pidió mucho ser sanada de
su adicción y no sabe en qué momento obtuvo la sanación, pero se libró de las
drogas y del alcohol, ahora tiene una paz como nunca antes la tuvo; a pesar de
que su papá no considera haberle hecho ningún daño, lo perdonó y a diferencia
de sus hermanos, puede abrazarlo y decirle que lo quiere. Pudo seguir
estudiando y ahora es maestra en la Escuela de la Fe y consejera familiar y ha
ayudado a muchas personas a salir delante de problemas similares.
Ha obtenido la sanación para otros, incluso la de su hijo
Son muchos los testimonios de
personas que han podido sanar con la guía de la consejería y el favor de Dios. Camila
mencionó brevemente dos casos: el primero, de una mujer con la que trabajó por
siete años por una codependencia a su esposo, cada semana tomaba medicamentos
para quitarse la vida porque no podía separarse de él y ya había perdido a sus
hijos, quienes la odiaban por no querer retirarse de su esposo. Dios hizo su
obra a través de sus instrumentos y esta mujer pudo salir adelante, ahora
incluso en coordinación con Camila interviene para que otras mujeres se
acerquen a la consejería.
Otro caso que comentó fue el de
una jovencita atada a Satanás que gracias a un retiro de Guadalupe Radio,
comenzó su proceso de sanación, y ahora es líder en grupos de jóvenes.
Este era el plan que Dios tenía
para ella, ser Su instrumento para apoyar a otras personas a descubrir Su amor,
e incluso pudo hacerlo con su hijo, quien a pesar de ser un chico noble, que le
ayudó a trabajar para pagar sus estudios mientras Camila pagaba la comida, la
casa y la ropa, pasó por un periodo en el que también comenzó a alcoholizarse y
drogarse. “Fueron como dos años terribles, pero no dejé de doblar rodilla”. Su
hijo fue liberado también de las adicciones, continuó estudiando y obtuvo su
título de Ingeniero, y aunque ya no vive con su madre, rezan juntos el Rosario
todos los días.
Camila sigue dando gracias a Dios
por la maternidad, por las oraciones de su madre que le enseñó “a doblar
rodilla” y eternamente agradecida con el Señor por todos los favores recibidos,
está entregada al servicio y donando también su tiempo a Guadalupe Radio.
Claudia Ortiz
@claudiaortizdev
devazquez21@gmail.com
devazquez21@gmail.com
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