Por Claudia Ortiz
Pudo perdonar, gracias a la oración. |
Immaculée Ilibagiza sobrevivió
al genocidio más cruel, a las condiciones más inhumanas y al odio más
incrustado que podría haber sentido una persona, y por la gracia de Dios,
totalmente recuperada, física y espiritualmente, ahora busca ayudar a
levantarse no sólo a otras personas de cualquier parte del mundo, sino también
y especialmente a su pueblo que se hundió con ella.
Un pueblo sumergido en odio y
sangre
Fruto de un odio racial
previamente sembrado y muy bien cultivado, entre los tutsis y los hutus, en
Ruanda; en abril de 1994 los hutus tomaron los machetes y se lanzaron a matar
indiscriminadamente a los tutsis. No hubo distinción de edades, ni de sexos;
tampoco importaban los sentimientos, los hutus asesinaron despiadadamente a
amigos, vecinos, compañeros de escuela y personas que habían visto por ellos y
los habían ayudado a salir adelante.
Cuando comenzó la masacre,
Immaculée escuchaba las noticias en casa de sus papás, en donde pasaba las
vacaciones. Habían asesinado al presidente… y se esperaba una guerra civil.