Por Claudia Ortiz
En su juventud Enrique sólo quería justo lo que ofrece el
mundo: Estudiar una carrera, irse de intercambio, titularse como profesionista,
estudiar una maestría y encontrar un buen trabajo; después de todo esto, sería
exitoso y por consiguiente, feliz (supuestamente). Pero como pasa con los
anuncios, lo tan animosamente proclamado antes, no resulta ser como en los
avisos y él lo constató cayendo de un nivel de “en vías a la felicidad” a una realidad en la soledad y el sentimiento
de vacío.
Nació en Guadalajara en el año 1991 y a los 7 años su
familia se fue a vivir a Sahuayo, tuvo una infancia feliz, tiene una madre
amorosa y un padre generoso que sólo procura hacer lo mejor por sus hijos. Cuando
tenía 13 años de edad encontró lo que le gustaba y hacía feliz: la música,
tiempo después integró una banda juvenil con la que comenzó a tener éxito,
tocaban casi cada fin de semana en antros y bares. Justo cuando estaban
viviendo este triunfo y para ir creciendo, tuvieron necesidad de un bajista y
conocieron a Javier, quien accedió gustoso a integrarse a la banda de Enrique,
siempre y cuando él y todos los de su banda estuvieran dispuestos a
involucrarse también en su “grupo”, el cual no sabían de qué se trataba, así
fue como hicieron un trato.
Después de que sacaron los eventos en puerta, un día Javier
les pidió que asistieran a su casa con sleeping, artículos personales y ropa
para un fin de semana, sin más detalles estuvieron ahí y su amigo los llevó
–para su sorpresa- a una casa de retiros espirituales.
Esa experiencia le dio otro tipo de acercamiento al Señor, a
quien conoció desde casa, durante su infancia; en teoría, Dios había llegado a
su vida y lo había conquistado, pues Quique siguió tocando, pero ahora música católica
y con sus talentos evangelizó a muchos. Pero ahora en conciencia se da cuenta
que conoció a Dios viéndolo a lo lejos, “subido en un árbol y aferrado a él –describe-
al igual que Zaqueo en aquél pasaje de la Palabra”, pues aunque duró dos años
en el grupo y evangelizó con su música a mucha gente, en realidad tenía su
corazón puesto en proyectos del mundo que le darían la felicidad, y estaba ahí
sólo porque le sobraba tiempo, pero Dios no estaba en sus planes futuros.
Soledad, vacío y
desierto espiritual
Una vez que se graduó de preparatoria se despidió del grupo
para cumplir con sus planes de vida hacia el supuesto éxito y felicidad. Regresó
a Guadalajara para estudiar en una universidad de prestigio Ingeniería Civil,
cambió su estilo de vida y sacrificó a sus amigos y hermanos de comunidad por
su carrera, por cumplir el plan que se había hecho, tomando el control de su
propia vida.
Ricardo, un amigo de Sahuayo y hermano de comunidad llegó
también a Guadalajara con el mismo propósito de estudiar una carrera; él, a
diferencia de Quique, siguió avanzando de la mano de Dios, asistiendo a Misa
diaria, motivo por el cual era cuestionado por su amigo, que se sorprendía
porque teniendo tantas cosas importantes qué hacer, se diera el tiempo para ir
a Misa, lo consideraba un loco.
Enrique por el contrario, si antes le había dado tiempo a
Dios porque le sobraba, ahora “servía si le sobraba algo del tiempo que le
sobraba”; se enfocó en su plan de vida, “tenía un plan el cual seguía pero no
era feliz”. A los 20 años, después de
concluir un noviazgo que inició desde preparatoria, comenzó a experimentar la
soledad, “empecé a sentir nuevamente necesidad de Dios, de mis amigos, las
personas que me evangelizaron, mis hermanos, sentí la necesidad de hacer música
para Él, ese fue el fondo de ese desierto espiritual”.
Una de las personas que le ayudó mucho en este proceso fue
precisamente al que juzgó de loco: Ricardo. “Agradezco tanto a Dios por hacer
de Ricardo un instrumento para que, con su consejo y consuelo yo haya regresado
a la casa de mi Padre”, dice.
El éxito anunciado se
trata en realidad de una vida egoísta
Ahora se da cuenta que dejó de disfrutar la vida que tenía,
que las creencias de que el éxito profesional te llevarán a la felicidad son
falsas, porque en realidad esos planes están llenos de soberbia, pues la
persona se preocupa sólo por el “yo”, están orientados al egoísmo.
Por eso llega la sensación de vacío, lo importante es saber qué
hacer en esos casos, y si bien en un principio, para no sentir la soledad se
involucró en cualquier otra cosa y llenaba el vacío haciendo planes para un
futuro incierto, después tomó una decisión, “aprendí que la vida se construye a
base de decisiones, sólo tenía que tomar la correcta, estaba ahí siempre” así
que decidió asistir a Misa diaria dónde se encontraba Aquél que lo puede todo y
quién lo amó desde el principio y así empezó su proceso de sanación, de hecho
fue en Misa que se dio cuenta que se quedó sin nada, y en una ocasión en la que
se encontraba totalmente solo sin nada qué hacer, decidió regresar a lo que lo hacía
feliz, tomó su olvidada guitarra y fue a la Parroquia de Santa María Goretti, a
una asamblea del grupo Alfa y Omega que ocasionalmente trabajó con su grupo de
Sahuayo, su gran y grata sorpresa fue el recibimiento y acogida que tuvo por
parte del grupo; uno de ellos, Héctor, lo recibió y le dijo: “Dios te quiere
aquí toda tu vida”. “Obviamente al principio no le creí, las heridas comúnmente
te vuelven ciego a los designios de Dios”, señala Enrique.
Seguía en el árbol
hasta que llegó la enfermedad
Enrique se integró a la comunidad, se sintió elegido y
considera que el Señor lo preparó para tener el verdadero encuentro personal
que jamás había tenido. La preparación llegó inmediatamente y fue maravilloso “al
sentirme verdaderamente elegido, sentí su Palabra”, pero en realidad seguía
aferrado al árbol, confiesa, pues no planeaba quedarse ahí para toda la vida
como le había dicho Héctor, más bien, sólo el tiempo que le restaba para
concluir su carrera, que eran exactamente 14 meses.
Al poco tiempo hubo un retiro para jóvenes en Sahuayo, al
que fue invitado a servir, pero esta vez no sólo como músico, sino también como
predicador. Se preparó para hacerlo, sin embargo poco antes de predicar, tuvo
su experiencia personal, “Dios no sólo me toca, sino que abre mi corazón y se
mete a vivir en él; cuando me di cuenta de que el Señor se había adueñado de mi
música, lo más valioso que yo poseía, me rendí ante Él”.
Comprende el mensaje: “El Señor me quiere llevando su
Evangelio” y junto con Héctor, Juan Pablo su amigo desde la prepa y otros hermanos, empieza a trabajar para la
grabación de un disco de música católica para evangelizar.
Le faltaba exactamente un semestre para terminar su carrera,
estaba por grabar un disco y participaba en retiros para jóvenes y familias
completas cuando de pronto, justo el día de su cumpleaños número 22, amanece
con un terrible dolor de espalda, le detectan hernias discales lumbares y otros
padecimientos en la columna que no
pintaban bien, a juicio de los doctores, no podría volver a caminar si no
se operaba en cuestión de 6 días.
Duró dos meses en cama, tiempo durante el cual primero tuvo
enfrentamientos con Dios pero después descubrió la bendición de la enfermedad, porque
postrado en cama abrió su corazón y detectó su verdadera intención: terminar su
carrera y ponerse a trabajar para
finalmente cumplir los planes inicialmente formulados: el “éxito”.
“Esa enfermedad fue la mayor bendición que tuve, como me
confirmo mi amiga y hermana María”, reconoce, pues postrado en cama tenía a su
comunidad orando por él, algo invaluable, asegura. Durante más de tres años
había visto numerosos milagros, ahora esperaba que llegara el suyo, y llegó, de
repente –cuenta- ya no dolía, el Señor le devolvió la salud y sin cirugías,
sólo con terapias y oración pudo volver a caminar sin dificultad.
Un hijo feliz
Durante este proceso de enfermedad Enrique comprendió el
plan que Dios tenía al mandarle esa prueba, tomó la decisión de someterse a su
voluntad y una vez que lo hizo, concluida su carrera, comenzó a grabar el disco
que le había prometido a Dios antes de preocuparse en buscar trabajo ya que
Dios era y es su prioridad, concluida su parte en la grabación del material,
buscó trabajo e inmediatamente lo encontró, simultáneamente sigue evangelizando
con su música, y no sólo en Guadalajara, sino también en los alrededores y en
otros países a través de los medios sociales de comunicación.
Su grupo Mini-Stereo lanzó a principios de este 2015 su
disco “Jardín Celestial”, muy confortante al oído y al corazón.
Cada día comprueba que no hay nada más qué hacer sino buscar
primero el reino de Dios, y todo lo demás vendrá por añadidura, “me ha dado
todo, una familia amorosa, una novia maravillosa, una comunidad sumamente
especial y unida en Cristo, y bueno, lo que falta por recibir, me ha dado tanto
que mi vida ya no basta para pagarle”, así que ahora es un católico de tiempo
completo, procura primero su vida espiritual y luego su vida profesional, evangeliza
y trabaja; además se está preparando formalmente como músico y evangelizador.
Actualmente Quique le dice a su mamá que cuando otras
personas le cuenten sobre sus hijos exitosos profesionalmente, ella muy
orgullosa puede presumirles: “Yo tengo un hijo feliz”, “porque la felicidad
está en la Verdad que es Cristo” afirma.
Con su novia, a quien conoció en el camino del Señor.
La invitación y el
mensaje
“Algo de lo más grande que ha hecho Dios en mi vida es
enseñarme a verlo en las personas, me ha vuelto sensible al dolor y al pecado de
los demás para así aprender a amar verdaderamente al prójimo. Y me ha enseñado
que nunca estaré sólo, que tengo gente a mi lado que también sigue fielmente al
Señor”.
“He renunciado a muchas cosas, pero aún me falta desapegarme
de otras tantas, pero sé que su amor nunca me dejará, aunque da miedo a veces, lo
tengo que admitir ya que enamorarse es gratis pero amar cuesta, y también nos
cuesta amar al Señor, pero lo vale, es maravillosa la recompensa”.
“Uno jamás conocerá por completo a Dios sólo en una
experiencia, hay toda una vida para conocerlo, enamorarte de Él y de sus
planes, lo conoces más mientras sirves a los demás, llevando su Palabra que es
Él y es vida; es largo y aparentemente complicado el camino del Señor, pero
todos los caminos por más largos que sean, comienzan con un paso, sólo hay que
atreverse a dar ese paso y sentirse elegido por el Padre del cielo, después,
Dios con su Espíritu te iluminará.”
Alfa y Omega recibe en sus Asambleas de Oración a todos los
miembros de la familia que deseen integrarse, las reuniones son los martes en
la parroquia de Santa María Goretti y actualmente cuentan con integrantes desde cero hasta más de 70 años. Por su parte,
el proyecto de evangelización Mini-Stereo se puede encontrar y seguir en todas
la redes sociales o visitar su página: www.mini-stereo.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario